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Duelo en los niños

11 de Agosto de 2008 | 11:26 |
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Experimentar la muerte de una de las figuras parentales, seguida por la pérdida de un hermano, durante la infancia es uno de los acontecimientos más estresantes de la vida y tiene un efecto profundo en el desarrollo emocional y social de un niño. También puede ser de gran impacto la pérdida de alguien con quien el niño compartía bastante en lo cotidiano: una abuela, una tía, la nana, un amigo cercano.

Ordinariamente, en nuestra cultura actual, cuando muere un familiar a los niños, se les mantiene a escondidas de lo que ha sucedido, se les envía a casa de algún pariente o se les excluye de participar en los ritos de la sepultura, pensando que eso es lo mejor para ellos. Esto es un gran error los niños necesitan ser parte de los rituales, estar en el entierro, ir al cementerio, para ir elaborando la pérdida a su manera. Por ahí leí: “si un niño vive con la verdad, aprende a afrontar la vida”.

Es conveniente hablarles a los niños de la persona que ha muerto con la mayor naturalidad posible. Quizás una manera adecuada, es manifestarles que la persona ha fallecido, pero la llevamos dentro del corazón.

Si se trata de una muerte anunciada conviene ir preparando al niño como en una especie de duelo anticipado progresivo, pero sanamente insinuado. Es beneficioso facilitar que el niño, mediante las visitas breves y esporádicas a su ser querido, gravemente enfermo, se vaya despidiendo a su manera.
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Los tres temores más frecuentes del niño:
¿Causé yo la perdida?
¿Me pasará esto a mí?
¿Quién me va a cuidar?


Aunque el niño sepa que su ser querido ha muerto, siente necesidad de seguir manteniendo una relación afectiva, así la persona fallecida, puede por un tiempo, convertirse en un padre o madre imaginario. Con sus compañeros y amigos puede jugar a morirse, al entierro. Todos estos comportamientos son absolutamente normales, tienen que ser respetados, para que el niño realice de forma adecuada el duelo. Lo más habitual, es que el niño elabore el duelo mediante juegos, sueños, alternando fases de mucho cuestionamiento y expresión emocional, con intervalos en que no menciona para nada el asunto.

El niño afectado puede presentar síntomas propios del duelo: dificultades para conciliar el sueño, pérdida de apetito o aumento de apetito por ansiedad, miedo de quedarse solo, hablar como un bebé, no querer ir al colegio. A veces, puede presentar imitación excesiva de la persona fallecida, como una forma de elaboración o frecuentemente manifestar deseo de encontrarse con el familiar perdido. Todos estos fenómenos son transitorios, son reactivos al duelo, si permanecen por mucho tiempo sería recomendable consultar a un especialista.

El niño intuye enseguida que la muerte va a tener muchas consecuencias para su familia y para él. Es importante asegurarle que, aunque es verdad que estamos muy apenados por lo ocurrido, vamos a seguir ocupándonos de él lo mejor posible. El niño puede temer también ser abandonado por el o los familiares sobrevivientes, es necesario darle calma y tranquilizarlo diciendo, los que no han fallecido esta sanos y podrán cuidar de él, sin dejarlo sólo. Asegurarle también, que vamos a seguir queriendo a la persona fallecida y que nunca la olvidaremos, pues está en el corazón de cada uno de los miembros de la familia.


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