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“Jamás pensé que iba a ser director”

29 de Agosto de 2008 | 18:01 |
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“Siempre fui muy buen espectador de cine, pero nunca me planteé ser cineasta. Pensé en ser antes médico, psicólogo, preparador físico, pero no ser cineasta. Hasta que encontré un espacio que me empezó a alucinar, que fue la imagen, y muy libremente empecé a moverme para ese lado, pero no sabía adónde iba a llegar. Hasta cuando estaba estudiando cine jamás pensé que iba a ser director”.

Andrés Wood, un ingeniero comercial de la Católica de 45 años, recuerda que ya desde que trabajaba como evaluador de proyectos en Coyhaique, a fines de los '80, (donde se inspiró para su segundo largometraje: “La fiebre del loco”, 2001) ya sentía el bichito del cine.

Por eso agarró sus maletas y se fue a Nueva York. “Tuve que hacer mi currículum por mi cuenta en la misma universidad y tomé muchos cursos de dirección de fotografía, porque fue mi primer impulso. Entre medio me di cuenta que también me gustaba un poco la dirección”.

-¿De qué manera te aportó haber vivido 3 años en Nueva York para el trabajo que haces hoy?
“Fue muy importante ver el país desde afuera. Fue una época de estar muy acompañado y también muy solo, en libertad total… De tener trabajos muy particulares, estar todo el día hablando de cine, viendo películas, leyendo de cine. Fue una experiencia muy enriquecedora, como ver un comprimido de cine y de vida y de visión de Chile en tres años, que me hizo muy muy bien y me llenó de energías. Todavía me dura esa energía. Empiezo a flaquear cuando hay que exhibir las películas, porque hay un grado de exposición muy potente. Ya con hacer la película uno se expone demasiado. Y uno cree que con esto (dar entrevistas) se ayuda a la promoción y más gente va a ir al cine, pero es un anexo que es bien pesado, pero no por el trabajo, sino por el grado de hablar de uno mismo… Tanto rato (se ríe) hace mal. Pero el punto es ése. También he tenido mucha suerte de seguir aprendiendo y tengo mucha inquietud por seguir haciéndolo. Ahí hay una semilla plantada que fue muy potente. Echaron harto abono, harta tierra y llegué a Chile con un arbolito”.

-Al volver, ¿no te topaste con una muralla frente a todos tus proyectos?
“No, soy una persona que me las arreglo. Empecé haciendo unos videos institucionales, pero siempre con el cine en la cabeza. Hacía cortometrajes. Eso me ha mantenido con un norte: el querer hacer cine. Ha sido así siempre, independiente de cómo me esté ganando la vida”.

-El que hayas sabido de economía, igual te debe haber ayudado a encontrar recursos para tus ideas, ¿no?
”Me sirvió para manejarme, conscientemente, de las restricciones económicas que hay, de no hacer tantas locuras. Uno siempre está haciendo una locura económica cuando hace una película. Es así por definición, sino no sería una película. Pero independiente de eso, si yo aplicara la economía pura y todos los conocimientos, me costaría mucho más tomar la decisión de hacer una película. Los números reales son deficitarios en el cine chileno y en el cine mundial. Eso es así”.

-Pero tú hiciste una película a la que le fue súper bien en el cine. ¿Ahí se devolvió la inversión?
“Sí, pero eso fue un exitazo. Uno no puede basarse en eso, porque sería muy fácil repetir la fórmula y la fórmula no funciona. Ni a los gringos les funciona la fórmula; si de 10 películas en Estados Unidos, 8 son fracaso. Es un formato complejo. Es caro de hacer, es difícil”.

-¿Eres muy perfeccionista?
“No. Le dedico harto tiempo. Me importa todo de la película y estoy involucrado en todo el proceso, desde la producción, la escritura… Pero trato de asesorarme y tengo mucha ayuda, además. Este es un trabajo muy colectivo y yo me apoyo mucho en la gente. Trato de que quede lo mejor posible dentro del espíritu de la película. No es una cosa de preciosismo, sino de contenido y que la película toda vaya en una dirección, que vaya apoyando el contenido, que le dé más profundidad y que la gente se sienta más cerca de los personajes. Todo importa en la película. Si uno pone un plano ahí es porque algo estás queriendo decir. En ese sentido sí soy perfeccionista.
“Asumo que tenemos millones de restricciones y que la película puede que no termine exactamente como uno la soñó, pero también hay un goce en ese grado de incertidumbre, en eso de que la obra misma va agarrando su propio espíritu y de que uno es uno más y que tampoco se puede manejar y dominar todo”.

-Con “Machuca” has dicho que dejaste una capa personal. En “La buena vida”, ¿qué hay de ti?
“Con ‘Machuca’ yo estuve presente en memoria, ya sea a través de la memoria de otro o la mía. Acá, curiosamente, el recorrido es al revés, pero es tan personal como eso, que fue el enfrentarse a un trabajo que por la estructura narrativa, que por contar tres historias en paralelo que tienen que desarrollarse en poco tiempo, sin grandes eventos, uno tiene que creer que la sumatoria de todo lo que estamos mostrando va a funcionar muy bien para atreverse a hacer la película. Tuve que enfrentarme a otros espacios de creación y el más interesante fue justamente con el inconsciente. A decir, ‘¿sabes qué? Todo lo que hemos pre trabajado no está funcionando. A ver, ¿de dónde partimos? Fue una experiencia mucho más viva en el rodaje, en el sentido de buscar y tratar de estar en contacto con lo que estábamos haciendo con el material, mucho más que en ‘Machuca’. Ahí lo pasamos increíblemente bien. Trabajar con los niños fue precioso. Pero ésta fue distinta. Fue a partir de una fibra personal, no histórica, una interior, que está a lo largo de la película”.

La buena vida... Andrés dice que la tiene, por ser una persona independiente, sin jefe. Es por eso que se las arregla para darse tiempo para él, para su familia (con su esposa, Paz Puga, son padres de Mariano y Ana) y el deporte. Si hasta participó en la Maratón Santiago 2008. Sin embargo, parece que su meta no está al final de la pista…

-¿Cuál es tu vicio privado?
“Hay algo en mí que tiende a que quiera quedarme tirado y echado. Curiosamente, no lo hago nunca. Soy el principal escollo... Pero alguna pelea hago frente a eso”.
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