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Las pérdidas

25 de Agosto de 2008 | 09:21 |
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La definición de muerte es algo que nadie conoce a ciencia cierta, su significado varía de persona a persona, de pueblo en pueblo y de cultura en cultura. La mente, al principio, ante una pérdida ya sea de un ser querido, de una relación, o de una determinada situación, lucha por recuperar lo perdido, teme a la desestructuración y al orden dado. Esta pelea deja de tener sentido cuando la pérdida es irreversible.

La muerte es antiestética para una sociedad basada en la belleza y la perfección. La muerte resulta hoy, como en general, la aflicción y los duelos, negada, marginalizada, desrritualizada.

La muerte nos contacta con la fragilidad y la vulnerabilidad de las relaciones y la vida y eso nos asusta, no queremos tener contacto con lo frágiles que somos, nos cuesta reflexionar sobre temas en los que no existe una respuesta clara, en los que se hace difícil lidiar con la incertidumbre. Esto nos cuesta transmitirlo a nuestros hijos, y es muy importante, especialmente para los adolescentes, que necesitan cuestionarse acerca de la vida y desarrollar sus propias ideas acerca de la muerte y las pérdidas.
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El ser humano aparentemente no tiene conciencia de que su existencia es limitada, por eso nos cuesta mucho adaptarnos a las pérdidas, la falta de conciencia de lo efímero, hace que los seres humanos nos apeguemos ilusoriamente a los seres queridos y a las cosas como si éstas fueran a estar para siempre. La ley de la vida no dice exactamente eso, plantea más bien, que nada es estático ni permanente.

Asumir la inestabilidad de nuestra existencia puede permitirnos tener una visión de la vida en sus múltiples dimensiones. No hay luz sin día, alegría sin dolor, día sin noche y vida sin muerte.


Todos hemos pasado por experiencias de pérdida y dolor, más o menos intensas, no sólo los adultos, los adolescentes también en el transcurrir de su vida sufren distintas pérdidas y situaciones ligadas al dolor que implica dejar algo. Cuando comienza la pubertad sufren distintos duelos de los que ya hemos hablado en otras columnas:
duelo por el cuerpo infantil, por los padres de la infancia y por la propia identidad infantil. Todo cambio implica una pequeña muerte.

El sufrimiento y los procesos de duelo muchas veces dan paso a una profunda compasión. Si uno sufre, va a poder entender a otros que sufren, el dolor lleva a la solidaridad a una empatía, profunda con otras personas. En el sufrimiento somos todos iguales, simplemente vivimos las situaciones de manera diferente.

“Porque aunque no nos acordemos, aunque levantemos un muro de olvido, aunque no lo veamos, el sol siempre está”. Eduardo Grecco.


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