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“No puedo ver televisión por lo siútica que es”

Esta destacada actriz observa, cada vez, en forma más crítica a las nuevas generaciones de actores y lamenta que la televisión haya desvalorizado su profesión. Vigente –coprotagoniza la película “La buena vida”- cree que nadie se atreverá a jubilarla porque es una cascarrabias.

16 de Octubre de 2008 | 09:05 |
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Crítica, muy crítica de la sociedad, y de su mayor vehículo comunicacional: la televisión, Bélgica Castro está con los tiempos. Despierta y alerta de lo que pasa a su alrededor, puede darse el gusto de ser una de las actrices que más ha filmado cine, en Chile, en los últimos años.

Por algo será que directores consagrados como Andrés Wood o tan jóvenes como Sebastián Silva la van a buscar a su departamento, en las faldas del cerro Santa Lucía, para convencerla de que se sume a sus proyectos.

Premio Nacional de Artes, en 1995, ese galardón la emociona tanto como un pequeño trofeo que le entregaron en Costa Rica por su tremenda contribución al desarrollo del teatro en ese país, durante los años que vivió el exilio allá.

-¿Cómo ve su profesión, al teatro chileno, hoy?
“La veo en un momento difícil y poco realizada. Es una cosa histórica; todo lo que se hacía en forma tan sólida y con un objetivo tan claro, antes del golpe, el golpe lo cortó y entonces, después ha sido muy difícil reestructurarlo. De manera que obras que realmente merezcan la pena montar y que sean útiles a la cultura del país hay muy pocas.
“Se hacen obras modernas, de vanguardia, pero no bien hechas. Los teatros universitarios eran los que mandaban, los que orientaban las necesidades y eran experimentales con obras que generaban impacto; pero eso desapareció, no existen los elencos estables".

-¿Las fallas están en las escuelas de teatro?
“También, pero creo –sin querer ser taxativa- el objetivo de la gente es ganar dinero…

-¿Y entrar a la televisión?
“Uhh, eso lo he dicho tanto, pero se trata de un cambio profundo de la sociedad sobre los intereses, hoy son el éxito y lo económico, y nosotros somos de una generación criada con un objetivo educacional. El que la gente llenara los teatros no se entendía como un éxito económico”.

-¿Ella ha dañado mucho la carrera de actor?
“Sí, la televisión ya es una costumbre nacional. En Buenos Aires no hubo toque de queda, entonces hay teatro, pero acá, la gente se acostumbró a ver teatro en la casa y empezó a bajar el nivel”.

-Pero además demanda al actor joven y bonito y no al de experiencia.
“Claro, porque se hacen cosas más rápidas de captar, más livianas, entonces terminas acostumbrando al público a brutalidades como las que se hacen a las 10 de la noche. Y ahora se pide eso, cuanto más golpes violentos y más sexo, es más entretenido.
“Y puedes hacer el texto de Strindberg, que tiene mucho sexo, pero no explícito, a nadie se le ve haciendo el amor en escena, y tiene tragedias… estamos viviendo en otra sociedad y como me formé hace muchos años todo esto para mí es muy raro, pero sé que no puedo imponer mi criterio”.

-¿Cómo se explica que los buenos actores no estén en televisión?
“Porque la televisión se frivolizó y se frivoliza a sí misma. Es como cuando se empieza con un cigarrito de marihuana, los fines de semana, porque es choro y sigues, a los tres meses, estás con líneas de cocaína y éxtasis y, seguramente, estarás con inyecciones, opio. Eso es lo que pasa, cuanto más frívola es la televisión necesita ser novedosa en el sentido hollywoodense, atractiva, entonces los actores tienen que ser cada vez más jóvenes y atractivos. La televisión no es difícil de hacer, es muy fácil.
“En el cine y en televisión los guiones tienen que ser buenos para que las cosas salgan bien, pero en la televisión, los guiones son vergonzosos y los directores no tienen tiempo para hacer las cosas; imagínate que tienen que hacer 15 escenas en el día y tienen que saberse todo de memoria. Una actriz amiga mía dice que cuando no se ve el micrófono, la escena está buena, o sea, lo que les interesa es el producto rápido y en el arte, el producto rápido es casual, se necesita un gran genio para conseguir eso a la primera”.

En la época de fines de los ’40 viajó a Londres para participar de la radio latina que emitía la BBC en donde se dedicó a hacer radioteatro, monólogos y comentarios de la realidad. Al regresar, volvió a las tablas y entre 1965 y 1973 se integró a los primeros programas de televisión chilena: “La guaripola”, “Juani en sociedad” y “La sal del desierto”, una serie de 20 capítulos que están perdidos y era sobre la Guerra del Pacífico.

Luego, cuando se produjo la partida del boom de las teleseries, con textos tan buenos como “La madrastra”, Bélgica Castro no tuvo la oportunidad de participar porque ya había partido al exilio, en abril de 1974, luego de la muerte del cantautor Víctor Jara. Para el golpe militar, ella participaba del elenco de una obra que Jara dirigía y nunca se pudieron reponer de su asesinato. “Ni perdón ni olvido” ha dicho.

-El ’85, cuando regresó, ¿ya no le gustaba lo que se hacía en televisión?
“Nooo, me han llamado unas 4 o 5 veces para hacer televisión, pero he dicho que no aunque me ofrecen unos sueldos monstruosos, obscenos. Me trataron de convencer, me insistieron mucho, partió la secretaria, después la productora y finalmente el director y dije que no. Me decían trabajas cuatro meses y después, con la plata te vas a Europa, pero les contesté que no me iba a poder ir a Europa, porque después de ver el primer capítulo me iba a tirar por el balcón.
“No puedo ver televisión porque me da pena, me dan ganas de llorar, por lo siútico que es. Cuando prendemos la televisión para ver las noticias está terminando la teleserie del 7 (TVN) y no puedo verla, me voy a preparar un café”.

-Y tiene buenos actores, Claudia Di Girolamo, Alfredo Castro.
“Sí, pero Alfredo Castro siempre hace en televisión puras leseras, unas maquetas, siúticas, exageradas… soy la única persona en Chile que piensa eso”.


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