En un colegio con centro de alumnos que dialoga y desarrolla proyectos con la dirección, un grupito se toma el colegio. Sillas en las puertas impiden entrar al centro de alumnos, aun cuando la mayoría está en desacuerdo con la toma y disgustados, perdiendo clases y plata.
Una estudiante, avalada por adultos, lanza un jarro de agua a su ministra, paradójicamente, en el contexto de la clausura del Diálogo Participativo sobre Educación Pública. Una parte de su argumento es que replica así lo que hacen los "guanacos" a los estudiantes cuando marchan (sin permiso) por las calles.
Desde una mirada con mayor experiencia de construir democracia en Chile y sabiendo lo que significa perderla por no lograr acuerdos y satanizar el pensamiento del "otro", ver adultos justificando y promoviendo estos graves errores de ciudadanía resulta inaudito.
Impropio es respaldar actos atentatorios en contra del diálogo y el respeto por las personas; y tener bien perdido el norte es confundir así los contextos.
¿Cómo va a ser lo mismo despejar una marcha ilegal (con encapuchados destruyendo mobiliario público) con policías y guanacos que tirarle agua en la cara a una ministra cuando está exponiendo su punto de vista? ¿Cómo va a ser lógico tomarse por la fuerza un colegio donde hay organización estudiantil y diálogo conducente a acuerdos si no se es mayoría?
Estamos llamados nosotros, los adultos, a educar con mucho más ahínco y rigor en los valores y bajo las reglas básicas de la convivencia y de la política democrática. Cada uno en el lugar que le corresponda: al interior de la familia, en el trabajo, escuela, vecindades, medios, publicidad. El mensaje clave: tener posturas diferentes o encontrar injusta la del otro es natural y parte de la vida social, pero hay que aprender a dialogar, comprender la perspectiva del otro, explicar los propios argumentos y construir acuerdos. (Eso si queremos vivir en democracia... claro).
