"Empezar a acostumbrarse a estar todo el tiempo con alguien que hace un año ves sólo a ratos en la tarde y con suerte dos días seguidos el fin de semana, es muy difícil". Así resume Carolina, 33 años y dos hijos, la causa de tantas peleas con su marido, precisamente cuando se van de vacaciones.
El fenómeno es más común de lo que parece y para muchos, increíble, pero es un hecho que los matrimonios no siempre gozan de ‘descanso’ cuando deciden parar la máquina tras un agitado año laboral. Por mucho que tengan una buena relación, por mucho que se parezcan, jamás será fácil adecuarse a los nuevos ritmos o elegir lo mismo cuando de vacaciones se trata.
Y, ojo, con esto no se apunta a las parejas que están en crisis y que probablemente, al regresar de sus vacaciones determinen separarse. Se trata de un fenómeno que experimentan parejas que tienen un buen convivir, pero ven en este tiempo incrementadas las tensiones.
La razón de este problema es, para los entendidos, el profundo cambio que implica una modificación de la rutina diaria, de ambiente y compañías lo que inevitablemente genera otro tipo de estrés. Además, la falta de tiempo que afecta a las parejas, que las deja sin espacio para conversar hace que, al llegar este período, ambos traten de compatibilizar gustos e inclinaciones diferentes. Si a esto se le suma tener que entretener a los niños y la falta de un espacio de intimidad, los días de descanso pueden transformarse en una verdadera bomba.
Ximena, de 38 años, grafica parte de los problemas que se presentan a la hora de partir de veraneo: “en el verano tienes que empezar a conocer a unos niños que los educó el colegio y la nana, porque, por trabajar, poco fue el rato que estuviste con ellos”. Agrega es ahí cuando comienzan las peleas con la pareja, empiezan a echarse la culpa “cuando ven que los niños son unos monstruos con costumbres que quien sabe quién les enseñó, empiezan los comentarios como ‘mira lo que hicieron tus hijos’ y eso genera estrés, desilusión y un replanteamiento de todas tus actividades del año. Eso cansa”.
Tras 25 años de matrimonio, Verónica llegó a la conclusión de que la causa de este invitado de piedra de todos los veranos es precisamente las vacaciones. "El tema central es que ya cada uno armó en su cabeza las vacaciones perfectas, pero cuando tienen que decidir qué es lo que van a hacer, empieza una lucha por quién manda más y ahí nadie gana y lo único que consiguen es pasarlo pésimo", dice.
Para la psicóloga y terapeuta familiar Any Hutter, las vacaciones pueden ser un momento en que se dé la incomunicación en la pareja y “es iluso creer que no va a ser así”.
Es la misma visión que tiene el psicoanalista Patricio Venegas, quien señala como principal factor de este conflicto que los hombres, en la mayoría de los casos, son quienes no salen de su rol de jefe, de superior y, “no se dan cuenta de que ya no están en la oficina y que a la señora y a los niños no los puede mandar, ni menos reprenderlos cuando las cosas no salen como él las pensó”.
Lo anterior instala una gran fuente de tensión y a eso se suma el excesivo gasto de las familias por concepto de las vacaciones. Como señala Ximena, la carga con la que salen de vacaciones los chilenos es muy alta, “todo tiene que ser perfecto, porque hoy en día las vacaciones son muy caras. El problema es que siempre hay imprevistos, por lo que nunca van a pasarlo bien, siempre van a tener algo por lo que pelear, estar tensos y repartir gruñidos por doquier”.
La solución que plantea Any Hutter es que “las vacaciones se planifiquen con mucha anticipación., para que la pareja pueda resolver las diferencias con cierto tiempo y tomar en consideración variables importantes como el presupuesto, cuánto quieren o pueden gastar en las vacaciones”.
Hutter plantea que lo más importante es entender que “las vacaciones son vacaciones para todos, que todos están igual de cansados y todos tienen grandes expectativas. Por lo tanto, una vez elegido el lugar, lo que hay que entender es que deben descansar los dos”.
Patricio Venegas agrega un nuevo problema y que apunta a la falta de espacios, que algunas veces, impide a la pareja disfrutar de su privacidad. Por es, asegura que debe darse un cambio de mentalidad: “los chilenos están acostumbrados a veranear en lugares que están muy mal diseñados y no hay espacio para la intimidad, los panoramas son siempre con los niños encima. En las cabañas hay mala aislación acústica, el problema es mayor cuando se decide acampar. Todo esto, a la larga, genera tensión, porque deja de ser un momento de reencuentro”.
La solución
Como en todo conflicto, cada pareja recurrirá a sus habilidades para controlar la pesadilla. Para Carolina lo importante es “tener mucha paciencia, tratar de compatibilizar los gustos y los planes de cada uno, para que todos ganen, pero, sobre todo, es esencial la tolerancia”.
Ximena va más lejos. “Lo que hago yo y nos ha dado muy buenos resultados, es que cada uno haga lo que quiera. Me da lo mismo lo que coman, cuanto coman, lo que quieran, lo que gasten; mientras estén bien no me importa. Logro que pase lo mismo conmigo, que no se preocupen por mis actividades, así, nos damos espacio para ser, porque las vacaciones son de todos y para descansar de todo, contándonos a nosotros mismos”.
Para la psicóloga Any Hutter hay tres claves para un verano sin peleas. La primera, es el turnarse la toma de decisiones o jefatura; “lo ideal son las negociaciones. La familia es un sistema de sociedad, por lo tanto en todas las sociedades se negocian los proyectos, los presupuestos, el poder llegar a acuerdo. Lo importante es saber este año elijo yo y el próximo eliges tú”. Para ella, turnarse significa también hacer más livianas las actividades cotidianas, explica que “si un día la señora duerme siesta y el marido cuida a los niños, debe entender que mañana él dormirá y ella verá a los hijos, esto implica un sentido de equidad y de justicia”.
Sin embargo, señala que esto de compartir los roles conlleva a perder el tiempo que podría ser dedicado a la pareja. Por esta razón es que propone que el matrimonio busque un tiempo que sea para estar juntos, sin que aparezcan los roles, sino sólo se trate de compartir.
Como segunda clave, propone generar en las vacaciones un espacio de flexibilidad, es decir, como explica la psicóloga, “entender que las vacaciones son diferentes al día a día. A mucha gente le cuesta salir de del rol de lo que habitualmente hace. Pero la idea es generar un espacio distinto”. Para entender mejor este punto, la psicóloga propone un ejemplo, “si una mamá es muy organizada y se preocupa mucho por el orden de la casa, lo más probable es que va a estar en permanente confrontación con su familia por andar recogiendo calcetines cuando todos quieren relajarse”.
Por último, Hutter señala que es importante no llevar los problemas del año a las vacaciones, ya que no es tiempo para tratarlos, como planea la terapeuta. “Puede ser que se planifique la forma y el tiempo en que serán abordados, pero no se puede pretender buscarles una solución cuando la idea central es relajarse y pasarlo bien”, acota.
Patricio Venegas señala que evitar peleas implica un cambio de actitud y esto no debería ser difícil para parejas que tienen una relación sana, porque, advierte, “la neurosis del año, es imposible que una pareja la solucione en dos semanas; las neurosis que no se trataron, que no sanaron, los conflictos que no se abordaron, las vacaciones no los resuelven. Si fuese así los psicólogos en vez de consultas tendrían resorts”.