Blanca Álvarez, dueña de Bee Miel, también está intentando agregar valor, pero en su caso, al producto con que su marido ha trabajado toda su vida: la miel.
Con la apícola Azul Cielo exportan miel a granel, pero en 2007, cuando visitó la Fancy Food Show de San Francisco, le abrieron los ojos: "Me di cuenta de que le podía dar un valor agregado a la miel, y vender mucho más caro. Me podría haber quedado en la apícola, era cómodo, pero buscaba algo más. Por eso ahora estoy haciendo también productos en base a miel: como un aderezo con aceite de oliva y hierbas, listo para servir. Después descubrí una receta de pétalos de rosa a la miel, especial para acompañar carnes blancas. Estoy en el trabajo de descubrir en qué podemos aplicarla".
Blanca asegura que desde un principio lo tomó como un desafío a largo plazo. Para eso está realizando un diplomado en comercio exterior. "Sin desesperarme -dice- porque cuando lo logre va a ser una tremenda satisfacción. En los viajes he visto mucha miel, pero no miel de Chile. Eso es lo que quiero. Que haya una miel con el nombre de Chile en la etiqueta, y no que sólo se siga vendiendo a granel para que otros pongan sus etiquetas".
El boom de lo orgánico
Aunque en menor escala, Catalina Barranco (Organic Maker) también está en un momento crucial. Chef de Inacap y con un diplomado en vinos de la Universidad Católica, hasta hace dos años trabajaba administrando jardines infantiles. Hasta que decidió emprender.
"Siempre me apasionaron los productos orgánicos, y de a poco los fui incorporando a las clases de cocina que impartía en mi casa. Lo más complicado fue hacerme de una red de proveedores", dice sonriendo, como aliviada por la tarea cumplida.
Casada y con dos hijas, de cuatro y cinco años, Catalina ha trabajado sola durante todo este tiempo, y eso que con su marca ofrece vinos orgánicos, café, dulces y mermeladas, pastas de aceituna, de berenjena, chocolates con materia prima traída de Bélgica y un largo etcétera.
"Partí hace un año y medio y con muy poco presupuesto. Por ejemplo, tengo sólo una etiqueta para todos los productos, y para diferenciarlos les cuelgo un pequeño cartelito con el detalle que imprimo desde mi computador. Incluso tengo la resolución Sesma en mi casa y ahí mismo está el taller. He ido a tocar las puertas una a una y reparto los productos en mi auto, con las niñitas en los asientos de atrás. Es un producto artesanal y quiero que siga siendo así", comenta.
Pero señala que las cosas las ha hecho bien, y que gracias a eso hoy día tiene una socia inversionista. "Con este capital arrendé un pequeño local para instalar el taller, estoy cambiando los frascos, haciendo etiquetas individuales para cada producto y con especificaciones en inglés, pensando en la exportación".
Catalina tiene claro que el mercado de los productos orgánicos en Chile es incipiente, y por eso mira hacia fuera: "Yo tengo un potencial exportador, por eso tengo el apoyo de Prochile. Y rescato sabores chilenos en formato gourmet y orgánico, lo que es un plus. A fin de año creo que voy a estar lista para comenzar".