“
'Aplanar calles y doblar esquinas', así me decía Manuel que era el periodismo y ahora estoy haciendo lo mismo”.
Con una mirada melancólica, que revela los dolores que ha acumulado a lo largo de su vida, se despide Myriam Verdugo antes de partir a hacer campaña en La Florida, distrito por el que postula.
Si bien, la contienda política ocupa hoy casi todo su tiempo, en las manos lleva desde hace pocas horas los primeros ejemplares del libro que lanzará mañana en la OIT y que está dedicado a su compañero por 19 años, el sindicalista y diputado Manuel Bustos.
Hace exactamente 10 años que el ex dirigente de la CUT falleció víctima de un cáncer que lo desgastó rápidamente –Myriam recuerda que le dieron un año de vida y eso tuvo- y sólo ahora logró darse fuerzas para escribir un testimonio que perpetuara su legado.
De la mano de su amiga y colega, la periodista chilena radicada en Roma, Patricia Mayorga, Myriam consiguió concretar el mejor homenaje que puede, a su juicio, hacerle. Ambas se conocieron durante el exilio en Italia, de hecho Patricia la acompañaba a los controles de su primer embarazo, y hoy juntas presentan
“Dicen que es Manuel su nombre...”
Hacer el recorrido hasta llegar a este día no ha sido fácil. En medio del duelo por la partida de Manuel tuvo que enfrentar, de sopetón, la muerte de ese hijo nacido en el extranjero, en un accidente automovilístico y quien hoy tendría 26 años.
Los ojos se le inundan de lágrimas al recordar ese momento. “Es lo peor que me ha pasado en la vida... más que la muerte de Manuel. Un hijo es un hijo”, dice al recordar la llamada telefónica que le advirtió del hecho y su llegada al lugar para percatarse que “ya no está”.
El libro que lanza comprende la vida pública de Manuel Bustos, con pocos pasajes personales, sólo los necesarios para explicar su origen campesino, adoptado. Además, se suman una serie de documentos, entre ellos el ‘Pliego de Chile’ que fue la gota que rebasó el vaso y terminó con la expulsión del sindicalista DC en 1982.
En Roma estuvieron un año y regresaron cuando las protestas habían dado inicio de manos de Rodolfo Seguel, el compañero de ruta de Manuel.
-¿Cómo vivieron esas primeras protestas lejos de Chile?
“Desesperados por estar acá, los dos, colgados del teléfonos hablando con Rodolfo, con las radios. Además, nosotros alimentábamos con información a los chilenos que estaban en el exilio, sacábamos un diarito... lo vivíamos todo intensamente, pero, claro, con el dolor de la distancia y por no estar en la papa misma”.
-¿Aunque sólo fue un año de exilio, el desarraigo fue igual de profundo?
“Sí, llegas a un país donde no conoces a nadie, no conoces el idioma, afortunadamente el italiano es una lengua que puedes dominar rápidamente. Vivimos muy rodeados por el cariño del movimiento sindical italiano vinculado a los cristianos, nos ayudaron mucho, entonces todas las falencias de familia y amigos, las trataron de suplir tratando de acompañarnos”.
Myriam afirma que la única explicación que hay para que el exilio que vivieron fuera tan corto es que el país “ya se había levantado” y el gobierno militar se vio obligado a ir apurando el tranco por la presión social.
-Vivieron el resto de las protestas en Chile. ¿Cómo fue esa etapa, porque el temor tuvo que presentarse?
“Eso es algo muy especial; lo he hablado con el cura (Patricio) Baeza y otras personas. Creo que todos teníamos miedo, pero estaba guardado en una parte de nuestra mente, no sé donde, porque no nos paralizaba. Manuel recibía amenazas de muerte muy seguido, se metían en las cosas familiares, nos mandaban anónimos, pero ese miedo no era suficiente para dejar de hacer las cosas que creías que tenías que hacer.
“Creo que fue una época dura, pero muy bonita, porque la vivíamos con pasión, fuerza, mística, sentido de ética. Hoy, creo que somos menos felices”.
-¿Han perdido todo eso?
“Exactamente...”
Myriam afirma que el retorno a la democracia fue significativo para Bustos y eso explica que a tan poco tiempo se firmara el primer acuerdo entre la CUT y los empresarios y cuya foto está en el libro. “Él vivó eso con mucha esperanza, pero lentamente fue sintiendo una gran desilusión porque muchas de las personas que fueron compañeros de lucha, se acomodaron al poder. Él lo vio así, que transaron muchos sueños por esta tranquilidad que –entre comillas- vivimos”.
-¿Él sería hoy un gran crítico de la Concertación?
“Sí, (no lo duda) pero estaría dentro de ella, dando la pelea. No creo que se hubiera ido”.
-Así como tú tampoco te fuiste (de la DC, siendo seguidora de Adolfo Zaldívar, colorina)
“Sí...”
-¿Por qué?
“Tengo el recuerdo de la última participación de Manuel en el Consejo Nacional de la DC, que fue tres semanas antes de morir. Llegó a la casa, a eso de las 4 de la mañana porque los consejos terminaban antes a esa hora, con una cara de dolor y me dijo
no sé, me siento tan traicionado, tan solo, porque ellos cruzaron la vereda, están por mantener el poder y han dejado los sueños de los trabajadores, de las mujeres, de toda nuestra gente, en el camino”.
-Pero era un gobierno DC (Frei).
“Sí, él ahí vio a algunos de sus amigos, no a todos, en un cierto acomodo al poder y eso para una persona que es idealista, soñadora, inconformista, no le gusta”.
-Ante una biografía uno se pregunta cuánta de la verdad se cuenta. ¿Das los nombres de esos amigos?
“Diría que la parte pública y la personal es mía... No, no los nombro, pero si muestro el sentimiento anímico de él, la soledad que vivía”.
-¿Por qué no lo haces?
“Porque ellos están todavía en cargos públicos y no quiero pelear (su voz suena cansada). No son mis amigos tampoco y ellos sabrán identificarse como las personas que abdicaron”.
Myriam afirma que hacer el libro fue una suerte de pago de deuda que tenían ambas con Manuel, con una persona que entregó mucho y respecto del cual ni el país, ni el movimiento sindical ha sabido reconocer como corresponde. “Una reunión una vez al año, para cuando se cumple un aniversario más de su muerte, y decir un par de discursos, no es nada. Un homenaje real es hacer que el movimiento social, de los trabajadores, vuelva a tener el protagonismo que tuvo y ha perdido. Este libro intenta traer al presente episodios que muestra al movimiento sindical, vigoroso, creativo”, señala.
-¿Qué ha significado en lo personal recorrer este camino del libro? Llama la atención que lo escribes en tercera persona.
“Bueno, yo me sentía junto a él y a las demás personas que participábamos del movimiento social, escribiendo la historia, haciendo historia. Para nosotros, cada día era una oportunidad de contribuir a recuperar la democracia que era fundamental. Era un sueño y logramos que una parte se hiciera realidad; esto fue recuperar la democracia, falta justicia, más oportunidades”.
-¿Por qué abordas sólo al Manuel público?
“Porque Manuel era un hombre y como todos, tiene luces y sombras. Nuestras vidas personales no aportan demasiado, lo que él aportaba era su capacidad de trabajo, su organización, su forma de pensar. Eso era lo vital y lo que quisimos mostrar”.
-No abordas el período en que está enfermo, lo que le significó.
“Lo menciono, pero lo que nosotros vivimos fue nuestro, de nuestra familia (sus ojos se apenan) y para los objetivos del libro no era relevante”.
-¿Lanzar el libro a 10 años de su muerte, cierra tu duelo?
“No, no lo cierra porque siempre está. Desde que él se fue, quedé con mis hijos; soy una jefa de hogar y mi realidad está marcada por su partida.
“Cuando te dicen cáncer, casi siempre dicen muerte y en su caso fue así. Es duro, porque uno sabe que esa persona va a partir... no te preparas, nosotros sabíamos que teníamos que escribir este libro, lo conversamos muchas veces, pero ni él ni yo empezamos porque sabíamos que hacerlo significaba que era el final y nadie se quiere morir y menos él que pudo descubrir muchas cosas de la vida después”.
Myriam se refiere al hecho de que si bien Manuel tiene dos hijas de su primer matrimonio, sólo disfruto la paternidad con la hija que tuvo con Myriam, Andrea. “Sus tres primeros hijos no los vio crecer, diría que supo lo que era ser papá, casi papá abuelo, con ella, disfrutarla, tenerla en brazos. En sus últimos años vivió algo inédito y después fue duro, porque no quería morirse”.
-¿Myriam, qué te tiene parada hoy, en medio de una campaña?
(Sus ojos se llenan de lágrimas) “Mi hija, he pensado que si no tuviera a la Andreita (15) no tendría... Todos me dicen que tengo una vida, que soy profesional, inteligente y hasta que soy bonita, pero siento que mi rol principal es ser mamá. Eso es lo más importante y por eso sigo aquí, porque mi hija ha sufrido todas estas cosas, a sus 5 años murió su papá y a los 11 su hermano y un año después yo me enfermé de cáncer... Por ella lucho, por ella me levanto todos los días”.
-¿Por qué entrar de lleno en una actividad tan vilipendiada si ya sumas tantos dolores? (En el gobierno de Lagos fue casi dos años subdirectora del Sernam, es consejera de la DC y hasta hace poco dirigente sindical minera)
(Se ríe) “Creo estoy acostumbrada a luchar siempre. Son mis ganas de mostrar un discurso que creo puede tener acogida.
“Sé que estoy acometiendo un desafío para pasar a integrar uno de los cuerpos más desprestigiados del país, en circunstancia que por la labor que deberían cumplir, debería ser relevante y querido por la gente. Quiero, desde mi frágil humanidad, colaborar y darle un giro a la política. Tiene que llegar gente nueva y hay gente que debiera pasar a retiro, definitivamente”.
-¿No pretendes ser la voz de Manuel en el Congreso?
“No, Manuel fue Manuel con todo su valor. Yo lo admiro y siempre he pensado que ojalá hubiera muchos más como él”.