“Es una verdad universalmente reconocida que todo hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita esposa”, narraba en “Orgullo y prejuicio” Jane Austen, en siglo XIX. Hoy, en pleno año 2009 -bastante alejados ya de la regla de que todo romance debe terminar en matrimonio-, el dinero, las relaciones amorosas y la sexualidad per se, parecen igual o más ligadas entre sí que en los tiempos de la escritora británica.
De hecho, “la frecuencia de los orgasmos de las mujeres aumenta con los ingresos de su pareja”, como lo señaló hace unos meses al “The Times”, el psicólogo Thomas Pollet, quien encabezó una investigación de la Universidad de Newcastle.
Utilizando las respuestas de la encuesta que la 'Chinese Health and Family Life Survey' hizo a 5 mil personas, notaron que de ellas, mil 534 correspondían a mujeres con parejas masculinas, que al ser consultadas acerca de su vida sexual arrojaron los siguientes datos: 121 dijo tener siempre orgasmos, 408 frecuentemente, 762 a veces y 243 rara vez o nunca.
El punto clave estuvo cuando se cruzaron los resultados con los ingresos económicos de los encuestados, habiendo una relación directamente proporcional entre su cuenta corriente y la frecuencia orgásmica de ellas.
“El dinero tiene un efecto afrodisíaco. Hoy puedes comprar todo con él, y entre esas cosas, la sexualidad se ha transformado en un producto más del mercado”, afirma el sexólogo y miembro de la Sociedad Chilena de Sexología, Mauricio Salas.
“Estamos en una sociedad de consumo individualista postmoderno, en que todo está desplazado por la parte económica. Mientras más grande el auto, mientras más dinero uno tenga, se es más atractivo, social y eróticamente, para las mujeres”, asegura antes de señalar que esta conducta responde a instintos básicos de ellas, como parte de la búsqueda de la estabilidad y protección necesaria para su resguardo y el de sus hijos.
“Hay hombres que dan una sensación de protección aún cuando no sean multimillonarios”, dice el psicólogo y sociólogo Giorgio Agostini, en defensa de aquellos con una cuenta corriente menos generosa.
“Lo que pasa es que a veces las mujeres son muy románticas. Entonces, un hombre con dinero las fascina con invitaciones y eso genera un sentimiento de una mayor cercanía por este hombre que la atiende muy bien”, dice Agostini, quien agrega que todo esto forma parte de la conquista “y efectivamente la mujer necesita ser seducida muchísimo antes de tener una relación íntima, predisponiéndola a tener una respuesta orgásmica mucho mejor”.
Por su parte, Salas explica que ellas “no busca al hombre más atractivo, porque saben que el que tiene más carga de andrógenos, en algún momento, las va a engañar”, así que las preferencias femeninas se inclinan por alguien menos agraciado, pero con un lado femenino desarrollado y, claro, un ingreso que, como mínimo, le permita satisfacer sus necesidades básicas.
Depende de los caballos de fuerza
Un hombre sentado tras el volante de un auto Bentley Continental versus exactamente el mismo hombre dentro de un Ford Fiesta, ¿Cuál elegir?
Según el reporte del “The Telegraph”, un grupo de mujeres consultadas escogió al primero, lo que, a juicio del diario inglés, vino a demostrar que un artículo de lujo como un automóvil caro, es una llave para el interés femenino.
“Un auto lujoso da la impresión de poder. Hay autos fálicos que a la mujer le despierta fantasías inconscientes, sobre todo los deportivos que dan la sensación de vigor, de fuerza, de aventura y de éxito, y claro que esa es una variable que a la mujer le importa”, explica Agostini.
Por su parte, los hombres, si bien se siguen rigiendo por una conducta atávica, focalizan sus intereses en otros asuntos: la belleza y las curvas, y no las de la carretera, precisamente.
“Todos tenemos una cosa primitiva. El hombre mira curvas, pero en realidad lo que mira es la cantidad de estrógenos que tiene la pareja”, dice Salas, quien agrega que “en el ser humano, la mente el cuerpo están unidos y hoy, la parte social ha ido superando mucho a la biológica”, refiriéndose al papel sustentador que hasta hoy juega la imagen masculina en la sociedad.
“Tú todavía estás buscando el príncipe azul en un caballo blanco”, cuenta Agostini que le dijo a una paciente. “No, no, no', me dijo. ‘Estás muy equivocado. Yo busco un ingeniero comercial, dueño de una empresa y que me venga a buscar en un BMW blanco’”.