Las imágenes de enfermos depositados, literalmente, en camillas ubicadas en pasillos de salas de urgencias o de decenas de personas acongojadas porque la lista de espera para una cirugía no avanza, se nos vienen a la mente con cierta frecuencia.
Ellas se nos presentan como la cruda realidad de la salud pública en Chile, algo de lo que la doctora Patricia Navarrete (47), directora del Hospital Metropolitano, ubicado en el edificio del ex hospital Militar, sabe y mucho.
Titulada de la Universidad de Chile, pediatra, inició su carrera repartiendo su jornada –como todos- entre el consultorio Los Castaños de La Florida y el hospital Sótero del Río. Luego se sumó al equipo IRA del Servicio Sur Oriente, que dentro de sus primeros logros tuvo bajar las tasas de mortalidad infantil por enfermedades respiratorias en el área, y de ahí pasó a hacerse cargo de la atención primaria del mismo servicio.
Ya como subdirectora del mismo, le fue encomendado poner en marcha el Hospital Metropolitano, que recibe a enfermos hospitalizados del mismo Sótero y del Hospital Padre Hurtado, como una forma de adelantar la entrada en funcionamiento del planificado hospital de La Florida, que aún no comienza a construirse.
En la tranquilidad aparente de estar al mando de un hospital con sólo 200 camas y un solo pabellón a contar de enero, Patricia Navarrete se yergue como uno de los rostros anónimos que buscan mejorar un sistema aún en deuda.
Es una convencida de que los últimos años, la salud pública ha experimentado una mejoría, principalmente, porque los avances en la gestión han permitido, de paso, hacerse cargo de los cambios epidemiológicos que registra nuestra población.
-¿En dónde se observan mayores precariedades, en la atención primaria o en la de mayor complejidad?
“No es que haya más precariedad. Hay limitaciones obvias; si se necesitan más camas no es llegar y poner otro hospital rápido como sí se podría implementar una nueva estrategia de consultorios, que es más abordable. Los proyectos más complejos requieren de procesos más lentos”.
-¿Crees que eso ha influido en que la población maneje una imagen de una salud pública desmedrada?
“Es posible, puede ser que en ambas instancias la gente se encuentre con dificultades, pero creo que lo que más lo está afectando es que no se le resuelvan los problemas quirúrgicos. En general, las personas tienen acceso a remedios para las patologías y si requieren una cama, puede ser que no sea la más óptima, pero la tienen. Sin embargo, la patología quirúrgica, que requiere pabellón, puede lesionar más a una persona si no se lo resuelve”.
-Se puede decir que no es un buen comienzo partir usando instalaciones desahuciadas para instalar un hospital, es un poco una solución de parche. ¿Es esto un reflejo de la precariedad del sistema?
“Creo que refleja la respuesta del sistema. Hay un diagnóstico hecho sobre las necesidades de la población del Servicio Sur Oriente y su respuesta es que se requiere un hospital. Ese hospital es el de La Florida, pero eso toma tiempo, hay que construirlo, pero mientras se ha adelantado una estrategia para poder resolver el tema.
“Este tema no es sólo que haya una limitación en términos de recursos, sino que aquí la gestión es súper importante”.
-Hoy, pareciera que la falta de recursos no es el único factor de presión al que está sometido un médico de la salud pública.
“Sí, porque cambió la complejidad de las patologías. Esto de que el paciente sea más añoso, lo hace más dependiente y con más problemas, y muchas veces su familia es más agresiva y demandante porque está más informada, exige más sus derechos”.
-En ningún caso, el usuario es un paciente resignado. ¿Es más intolerante?
“En ningún caso resignado. Ahora, si lo comparo con antaño, podría ser menos intolerante, pero eso también depende del trato que recibe. O sea, si no le das información y no le explicas, claro, va a reclamar.
“Por eso, nosotros hemos implementado un sistema de técnicos sociales, a cargo de una psicóloga, que hacen el acompañamiento del paciente y de su familia durante toda la hospitalización. Si bien el médico conversa con ellos, no siempre lo entienden, y con este sistema se logra mayor cercanía ya que los orientan en el uso de otros beneficios como el cobro de licencias y otros. Hay una contención”.
-¿La salud pública debe igualarse a la salud privada?
“La salud pública debe brindarle atención a toda la población que lo requiere, por lo que su objetivo está puesto en el paciente y no en las ganancias, en el lucro”.
-En esta realidad, ¿se hace más vigente la máxima de que quienes están en la salud pública tienen que tener una vocación especial?
“Creo que sí. Si se toma en cuenta lo que se puede ganar en el sistema privado, la gente, los médicos que se quedan en la salud pública, es porque de verdad le dan un sentido especial a su vocación. Tiene que ver con poner a disposición de la gente que no tiene otra opción, y de quienes queremos ser la mejor opción, todos los conocimientos, recursos, gestión, creatividad y trabajo. Esto significa estar con la gente, comprenderla, de modo que si se le da una receta ver y procurar el remedio si no tiene cómo comprarlo.
“Vemos al ser humano en su conjunto, no sólo su patología”.
-¿Qué ha pasado entonces, que muchas plazas quedan vacías o son ocupadas por médicos extranjeros?
“Es verdad que se da eso, pero hay todavía muchos médicos chilenos que trabajan anónimamente y dan repuesta a las necesidades de los pacientes.
“Cada uno va buscando su nicho de desarrollo; a mí me ha tocado trabajar con gente muy buena, pero, claro, en la medida de que mejoramos el sistema, nos va haciendo falta personal. Son varios los factores que influyen y hacen que no estén todos los médicos en el sector público, no sólo el económico, pero eso no es sinónimo de que no tienen vocación de servicio”.
-¿Los estándares de la salud privada son motivo de presión para ustedes?
“Puede que haya diferencia en la tecnología, pero la tecnología no lo es todo; puede haber diferencia en hotelería, sí, pero no va a en directa relación con la atención. La calidad de las personas que trabajan es lo que hace la diferencia, pero son los mismos médicos los que trabajan aquí, los que trabajan allá. Lo que la gente más agradece es el trato, que sea con respeto, dignidad, consideración, que lon escuches.
“Lo que más genera presión en el sistema público es el que nosotros mismos nos hayamos puesto metas de responder en los plazos, cumplir con protocolos, cosa que ha impuesto la ley AUGE. Y esto es una buena presión, nos obliga a hacer mejor las cosas”.