Entre los productos de su tienda existen unas copas de greda preciosas. Aunque algunos dudan que se puedan usar con vino tinto, la mayoría de quienes las compran afirman que están geniales para el pisco sour tamaño catedral.
El catálogo de Hands of Chile sorprende por la variedad y especialmente, los precios. Y ese ha sido uno de los objetivos que se impuso Romina Odone, ingeniera comercial, al formar una empresa que ayudara a los artesanos a comercializar sus productos con los menos intermediarios posibles.
Al salir de la universidad se reclutó en Servicio País, donde hizo inmediatamente conexión con el mundo rural. A su regreso a Santiago trabajó en una multinacional, pero rápidamente retomó sus inquietudes y se puso a hacer consultorías a agricultores de merkén y otros que terminaron dando vida a esta empresa de artesanía chilena que busca rescatar el valor de este patrimonio.
La empresa no ha sido fácil; el mercado nacional es muy pequeño y curiosamente, lo que más se vende son piezas manufacturadas que las ferias artesanales traen desde nuestros países vecinos. Es decir, se vende como artesanía chilena, la peruana y boliviana. Hands of Chile pretende ser un aporte, entre otros, para aclarar a los extranjeros de qué se trata nuestra artesanía.
Casi 50 artesanos están embarcados en esta misión, principalmente, del norte y sur del país y que se concentran en la greda, madera, tejidos a telar y alpaca. Romina ha recorrido Chile seleccionando aquéllos que puedan dar cumplimiento con las demandas de stock que se hagan sin afectar la calidad.
-¿Qué es lo que más ha costado en esta empresa?
“Lo que más ha costado es abrir el mercado, porque los proveedores están, pero el mercado de la artesanía en Chile es súper complicado. Quise partir al tiro enviando para afuera, pero los consejos que recibí fue que espera el rodaje para poder cumplir con los pedidos. Los artesanos son reticentes a innovar, por lo que me quedé con el mercado local, lo que lo hace más difícil porque el chileno no compra artesanía y tampoco está dispuesto a pagar por ella.
“La artesanía tiene un mayor valor y el consumidor local no está dispuesto a pagarlo”.
-¿El hecho de que estos oficios estén desapareciendo lo hace todo más difícil?
“Sí, pero menos mal que en los últimos dos años algunos se han puesto de moda. Aunque la gente no está aún dispuesta a pagar se rescatan las cosas hechas a mano. Pero el tema es que la mayoría de los artesanos son muy viejitos y no han podido traspasar a sus hijos y nietos su conocimiento”.
-¿Qué piensas de las medidas que se están tomando para proteger este patrimonio cultural vivo?
“Encuentro que son muy buenas; especialmente, el trabajo que hacen las fundaciones, las cuales han hecho un trabajo de rescate. Las medidas del Gobierno no son suficientes y es verdad que se tienen que concentrar en zonas extremas, pero falta más apoyo a las empresas privadas como la mía para que den mayor cobertura a los artesanos.
“La labor artesanal no puede ser subsidiada para siempre; de alguna manera hay que lograr que los artesanos entren en el mercado de forma eficiente y debe centrarse más en calidad que en cantidad. Hay lugares donde todo el pueblo hace artesanía en madera y eso es muy difícil de sostener. Hay que rescatar a los mejores”.
-¿Qué oficios están en más peligro de extinción?
“Diría que la madera de raulí, las típicas fuentes, es una de ellas porque el bosque nativo está desapareciendo y eso encarece la materia prima. Esto hace que el producto final sea mucho más caro que años atrás”.
-¿Por qué no tienes tejido de la zona central o mimbre?
“Es por una cuestión de eficiencia. El mimbre es comercializado por muchas empresas y opté por algunas cosas que son los canastos para los productos gourmet. En el tema de los chamantos (de Doñihue) estos resultan muy caros, rondan los 500 mil pesos. Aunque estoy abierta a incorporarlos y hacer el contacto con la artesana si alguien los solicita”.
-¿Crees que los chilenos tenemos conciencia de lo que significa que esto desaparezca de nuestra historia?
“Algunos la tienen, sobre todo de que nuestra artesanía ha ido mutando, pero eso no implica que los chilenos quieran invertir en ella –bueno no es su labor, a no ser que tengan una actitud filantrópica-.
“El gran problema y en lo que se traduce esto es que nos hemos llenado de artesanía de otros países. Y el extranjero se queda con esa idea, lo que hace que tengamos una pérdida de identidad increíble. Si vas a Pomaire, salvo la greda, todo el resto es peruano y boliviano”.
-¿Lo que se comercia de mala calidad nos afecta?
“No toda la artesanía que viene de afuera es de mala calidad, el tema es que mucha de ella es industrial, no hecha a mano y genera la imagen de que toda la artesanía de América del Sur es igual. La artesanía chilena es muy diferente, hasta nuestra cerámica tiene colores distintos. Y tenemos una artesanía mapuche maravillosa que en Chile no se ha logrado poner de moda”.
-¿Valoramos los chilenos estas tradiciones?
“Creo que se le ve más por el lado utilitario, decorativo. El chileno es súper práctico; prefiere ir a Casa&Ideas y comprar una fuente de madera asiática, pero no está dispuesto a pagar por la misma pieza hecha en Chiloé. Además, creemos que las podemos encontrar mucho más baratas si viajamos a la zona, es decir, si voy al sur allá las encuentro más baratas –un poco con mentalidad de souvenir- y eso no es así. Estuvimos para el Bicentenario en grandes tiendas y fue muy difícil competir”.
-Has tratado de llevar esto bajo la modalidad de comercio justo. ¿En qué se ha traducido?
“No tengo la certificación de comercio justo, pero mi idea es asegurar que el artesano tenga bien valorizada su mano de obra y sus materiales. Si no está bien pagado eso, se genera un empobrecimiento de quienes desarrollan la actividad y eso no es positivo. Cuando considero que el producto no se va a lograr colocar porque resulta muy caro, prefiero no venderlo y les recomiendo que trabajen con fundaciones”.
-¿Tenemos muchas desventajas frente a la artesanía de otros países como México o Guatemala?
“Muchas, en general, en esos países la artesanía es de muy buena calidad y de gusto masivo; o sea, cuesta poco que al consumidor le guste. Además, en esos países la mano de obra es muy barata por lo que en precio, a la artesanía chilena le cuesta ingresar a mercados extranjeros. Los textiles y el crin pueden salir, pero la greda es difícil de llevar”.