Cuando le preguntan que cuándo se puede esperar un nuevo terremoto en el país, Marcelo Lagos se pone serio y -sabiendo que su respuesta puede perturbar- no duda en contestar: “Ahora, en este mismo minuto”.
No es sismólogo, pero desde que ocurrió el terremoto del 27-F con su posterior tsunami, Marcelo ha representado en los medios de comunicación a la voz de los expertos y estudiosos del tema, siendo geógrafo, especialista en procesos naturales extremos y director del Laboratorio de Investigación de Tsunamis de la PUC.
No ve tele ni lee los medios. Apenas escucha algo de radio para saber más o menos cómo va la cosa en el país. Es por eso que su familia, prácticamente, ni sabe que él sale en la televisión, contestando las miles de preguntas que surge entre la gente cada vez que hay un movimiento sísmico fuerte, o que ha debido explicarle a personas como el líder de QuakeRedAlert, el por qué no se pueden “predecir” los terremotos.
Pese a la buena acogida que han tenido sus explicaciones, dada la gran cantidad de personas que quieren entender los fenómenos que ocurren en un país sísmico como Chile, su entrada a los medios no fue fácil, y es lo primero que cuenta cuando se le pide conceder esta entrevista. “Entendí que la gente, simplemente, no lee publicaciones científicas. La gente ve tele, y si debo sobreexponerme para difundir esta información, lo haré”, comenta.
-¿Te molesta cargar con esa responsabilidad?
“Lo ideal sería que todos los especialistas en distintos temas tuvieran la capacidad de explicar, de forma sencilla, cualquier tipo de fenómenos. Hay muchos especialistas connotados en Chile que están haciendo cosas muy interesantes y quizás por un tema de oportunidades no han podido expresar sus conocimientos en los medios. No quiero que los especialistas piensen que estoy tratando de liderar algo. Te juro que soy lo más bajo perfil posible”.
Pero lo quiera o no, Marcelo es el “geógrafo de la tele”, aunque su labor post terremoto ha abarcado tanto la investigación como los proyectos de prevención que hoy el Gobierno está tomando para evitar un desastre como el ocurrido hace dos años. A eso se suman las cientos de charlas que da en caletas de pescadores y universidades, dentro y fuera del país, y sus clases que desde siempre ha dado en la Católica acerca de los riesgos de tsunamis.
Él es de Arica, y su interés por el mar viene desde niño, tratando de comprender los desastres naturales que habían ocurrido en sus tierras y bajando las olas en su tabla de surf, pasatiempo que adora. Hoy, sentado en su laboratorio, una oficina que comparte con sus dos ayudantes -Loreto e Iván-, se apasiona cuando explica los peligros permanentes que sufren las costas chilenas -“¿qué pasaría si hay un terremoto más grande, a las tres de la tarde, en pleno verano y con las playas llenas de gente?”, se pregunta-. De vez en cuando, revisa su correo, justo en el día en que le ha enviado a la fiscal Solange Huerta, encargada de la investigación que hoy formaliza a los imputados por el Caso Tsunami, su informe acerca del comportamiento de las aguas el día de la catástrofe.
“Esa noche estaba en mi casa, despierto, viendo internet. Mi familia dormía. En el momento en que el terremoto comenzó, tomé el tiempo, lo que pude, y registré más de un minuto. Sabía que había sido sobre 8, pero no tenía certeza de dónde había sido. Menos mal que andaba con mi BlackBerry que se portó muy bien. Dada la magnitud que sentí, no dudé en que iba a generar un tsunami como fuera. Pero en ese momento no había luz en mi casa”.
“Fui el único de mi barrio que armé carpa inmediatamente, en un parque, cerca de mi casa. Moví los autos y los dejé ahí también, porque no sabía si ése había sido un evento precursor del grande que vendría después. Dejé a los niños en la carpa durmiendo y me quedé ahí hasta que al poco rato llegó la luz. Entré a mi computador y me puse a trabajar. Sabía que me tenía que ir a trabajo de terreno, así que mandé mails a mis amigos en Estados Unidos y México, y apenas llegaron, nos fuimos. Desde entonces no paramos, hasta el día de hoy”.
-Llevabas un año trabajando en un proyecto de investigación de tsunamis y en medio de él (concluye en septiembre), ocurre uno.
“Era un proyecto Fondecyt para investigar el riesgo de tsunami en las costas de Chile, y cuando comencé con él fui un predicador en el desierto, un bicho raro. Muy pocos investigaban el tema. Cientos de veces di charlas, explicando que esto era un peligro inminente, y que los instrumentos de planificación territorial debían considerar esta amenaza. Pero en la práctica, todo lo que decíamos pesaba menos que un candy. Somos una sociedad reactiva, un país subdesarrollado.
“Finalmente, uno se da cuenta que por mucho esfuerzo que uno haga de exponer en congresos científicos, publicar en revistas científicas, hacer libros completos de estas temáticas o dictar cursos en la universidad, esto no llega a quienes toman decisiones reales, o a la señora Juanita que vive en las costas de Dichato. Así que sencillamente tomé la decisión de lanzarme a la tele”.
-¿La sobreexposición ha valido la pena?
“Totalmente. La información que comparto está permitiendo democratizar conocimiento, y lo veo en el cariño que me entregan las personas por correo electrónico, en la calle. No tengo Twitter ni Facebook, pero entiendo que mucha gente sigue mis perfiles falsos. Además, hemos hecho tantas cosas que podría detenerme ahora, no investigar más, y dedicarme a publicar todo lo que hemos recopilado desde entonces, porque es mucho. Por otro lado, está el trabajo aplicado. Por ejemplo, hoy se está construyendo un muro de contención en Dichato. Ya pasamos del estudio a la materialización concreta de soluciones para tratar de tener asentamientos costeros capaces de ser más resistentes a este tipo de peligros”.
-¿Y cómo ha sido el que te reconozcan en la calle?
“Raro. Nunca lo esperé. El tema de la sobreexposición no estaba en la ecuación cuando decidí hablar frente a una cámara. Pero cuando estoy fuera de Chile y me llegan mails de Australia, Estados Unidos, o en California alguien me para en la calle y me dice: ‘yo lo veo en la televisión’, claramente me doy cuenta que este es un tema de gran escala”.
-¿Ha sido incómodo?
“No, entretenido. No me siento rockstar, pero pasan cosas como que un tiempo atrás, fui a comer a un restaurante y me pararon los carabineros. Yo no tenía documentos, así que el suboficial que me paró me iba a llevar detenido. Pero a los minutos se acercó el oficial que estaba a unos metros y me dijo: ‘¿Usted no es el de los tsunamis? Tome sus documentos, siga aportando a este país y mándele un cordial saludo a los Carabineros de Chile’. En los aviones, generalmente, me tratan muy bien, me dan el mejor asiento. Y si tengo que cambiar un vuelo no me ponen problemas. En el notario no me cobran... Pero por otro lado, está que el taxista me reconoce, el caballero me pide una foto... Yo no tengo drama, pero me complica cuando me piden un autógrafo -porque yo no soy ningún artista- o cuando quieren que firme un libro”.
-Es natural que quieran que firmes un libro tuyo, ¿no?
“¡Pero me pasan libros que no son míos! Ahora trato hoy de exponerme menos. Ya no quiero ir al supermercado y evito ir a lugares masivos. Fui a Perú, pensando que no me iba a reconocer nadie, e igual hubo ruido mediático. Eso solo evidencia las ganas de la sociedad por comprender lo que está pasando”.
-¿Es por el surf que tienes este interés especial por el mar y sus olas?
“En la medida de lo posible, si tengo un espacio, me meto al mar. Pero pasar del surf a los tsunamis, no sé, puede ser. Hay gente que le gusta ver fútbol, pero lo mío son los tsunamis. Si me preguntas qué estoy leyendo, en mi velador tengo un libro de tsunamis. Mi trabajo es mi hobbie, por lo tanto, soy inmensamente feliz”.
-Pensé que eras el típico surfista enamorado de las olas.
“Sí, ¡me encantan! A mí el mar me perturba, ver cómo rompen las olas... Todas son diferentes, y en la costa rompen al día, por lo menos, siete mil. Apenas puedo, tomo una tabla y me voy a surfear”.
-Sabiendo lo que puede hacer el mar, ¿no te da miedo?
“No, y a la gente que le da, no es su culpa, no le han enseñado a estar en el mar, a meterse al agua, a bajar una ola. Somos un país que tiene una costa de casi 4 mil 500 km. y todos deberíamos tener yates, catamaranes, botes, barcos; ser secos para nadar, expertos en tsunamis, campeones del mundo en surf, bodyboard y windsurf. Sin embargo, estamos todos metidos en el valle central y solamente ciertas clases tienen la oportunidad de llegar al borde. El Pacífico, que es un fenómeno energético grande, es (suspira) es un monstruo. El mar es increíble”.
-¿Has pasado peligros surfeando en él?
“Siempre. La marea te lleva, te arrastra, te puede dar vuelta y vuelta y vuelta, y piensas que no podrás salir pero siempre sales. Te falta el aire y te entierras algunos erizos, pero no pasa nada más; siempre uno flota. Yo no soy campeón el mundo. A mí lo que me interesa es bajar olas; subir a una tabla, nadar, bajar una, dos, tres olas, caerme, tragar agua salada, salir y ser feliz. Aunque sean unos escasos segundos, es algo eterno, porque se queda en la memoria para siempre”.
-¿Ese es tu vicio privado?
“Mi vicio son los tsunamis. No me interesa el fútbol, lo que están dando en la televisión, lo que dice la prensa... Me interesa avanzar en mi tema, compartir con mis estudiantes, avanzar en proyectos, crecer, entender, viajar, compartir conocimientos y tener nuevas experiencias. Esto es lo que me llena”.