Teresa Peña, El Mercurio.
“Algunos hombres siempre están conquistando mujeres para tener ganancias de ellas, algo más. Yo nunca busco eso. Ahora, si ocurre, fantástico”, dice con una sonrisa que no puede ocultar, Luis Alarcón.
A sus 84 años, el natalino que ostenta el título de ser el actor que más películas ha hecho en Chile, participando en las cintas más clásicas del cine nacional, y que lleva 60 años de carrera ininterrumpida –con cerca de 90 montajes, 40 teleseries y un imborrable personaje de publicidad, como lo es el indio de “si camino no hablar, nadie venir”-, recuerda de manera perfecta el rol que ha jugado el género femenino en su vida.
Partiendo por Francisca, una polola de la juventud que lo motivó a comenzar a actuar, hasta una directora que a sus pocos años de andanza en las tablas, le dijo en su cara: “Lucho, tienes que darte cuenta que tú no tienes dedos para el piano; no tienes aptitudes para dedicarte a la actuación”.
“Pero me picó el indio, y en lugar de echarme a morir, me sentí incentivado. Pensé: ‘yo le voy a demostrar a esta vieja que sí, que soy actor’. Y seguí siéndolo hasta ahora y durante toda mi vida”, comenta quien hoy guarda en su casa más de cincuenta premios por su trabajo actoral. Quiere morir actuando, y por eso no se cansa del más de medio siglo que lleva trabajando en eso.
Actualmente, personifica al abuelo Rosendo, ‘el taita’ en la teleserie “Somos los Carmona” de TVN, un caballero bueno para el piropo y galantear con las mujeres. Algo que, según nos cuenta, no difiere mucho de su propia forma de ser. “Es una fórmula que desconozco. Sé hacerlo, pero no sé explicar cómo se hace”, comenta, tentado de la risa.
-Pero los actores tienen fama de ser galanes.
“No, yo no tengo eso, no soy un galán ni ese hombre que sale a conquistar a las mujeres. Yo las conquisto no más (ríe). Me gustan mucho las mujeres, de diferentes formas. Unas, porque son bonitas, otras, porque son inteligentes... Y por supuesto que trato de acercarme a ellas los más posible. Mi vida se ha desarrollado siempre entre puras mujeres, más que entre hombres; con mis amigas, mis pololas, mis amantes, mi esposa… Mis compañeras, que no duran toda la vida, desgraciadamente. Mi hermana, por ejemplo, me tomó a su cargo, porque yo fui el último de mis hermanos y ella ya estaba grandecita, así que mi mamá me encargaba mucho a ella, a tal punto, que llegué a ir a la escuela de monjas donde iba mi hermana, acompañándola. Me querían mucho allá. Además de mi hermana, tenía muchas amigas. Una de ellas, era la hija del administrador del cine. Me acuerdo que íbamos todos los días allá. Con ella fuimos amigos de infancia solamente, no pololos”.
-¿Ha tenido muchos amores en su vida?
“Sí”.
-Ni lo dudó…
“(Ríe) Pero la técnica no la sé. Es más o menos como en la actuación; puedo decir los pasos que hago para hacerlo, pero no puedo explicar lo que pasa cuando lo hago. Ocurre nada más”.
-¿Ha aprendido en su vida de las mujeres que lo ha acompañado?
“Yo lo único que he hecho con mis parejas, fuera de ser mis parejas (ríe), es aprender. Fuera del amor verdadero, de la entrega de verdad -de esa maravilla que es el amor-, estoy muy agradecido de las parejas que tuve, porque ellas me han dado el amor que he necesitado para desarrollarme, desde la Francisca, que me impulsó a ser actor hasta ahora último. He hecho una carrera hermosa y una vida muy linda, a pesar de ser viudo dos veces, por ejemplo; una vez legalmente, pero de corazón varias más”.
-¿Hoy está pololeando?
“Esa parte no la vamos a contar”.
-O sea que se ha podido volver a enamorar…
“Sí, y no quiero decir con eso que el amor que yo tenía por alguien se me haya terminado, no. Lo importante para mí es la vida. Yo estoy aquí, estoy vivo y hay que salir adelante hasta que uno desaparezca. Bueno, ya me estoy acercando a eso”.
-¡No diga esas cosas!
“Es que todos nos tenemos que morir. A lo mejor, con todos los inventos nuevos, encontramos la fórmula para no morir, y yo la aceptaría feliz.
“Desde que la Marión, mi primera esposa, murió, vivo solo. Pero después tuve una relación de 18 años, que aunque no vivíamos en distintas casas, se transformó, prácticamente, en un matrimonio. Ella también murió. Estuvo enferma muchos años, prácticamente durante todos los años que estuvimos juntos. Pero la vida sigue, y el hecho de iniciar una nueva relación no quiere decir que uno se despegue de la otra persona, en absoluto. Yo tengo recuerdos de la mamá de mis hijos, que es mi primera esposa, en mi casa; la tengo presente y eso siempre lo han sabido mis otras mujeres. Y bueno, he tenido otros enamoramientos al margen”.
-¿Cómo es eso?
“Siempre he dicho que soy intrínsecamente infiel, lo cual no quiere decir que yo sea tarambana ni mucho menos. Yo no ando buscando brillos ni nada de eso. Vivo en mi casa hace 42 años”.
-Claro, ni se ha movido de su escritorio…
“Esas cosas han ido sucediendo. Antes de eso, fui solterón. Me casé a los 35 años y fui padre por primera vez a los 40, ya mayor… Admito que hasta los 35, fui bastante tarambana, pero tenía mucho cariño por las pololas, solo que picoteaba por otros lados. Fui hombre de nocturnas también, hombre de cabaret, de amores con vedettes”.
-¡Qué querendón!
“Sí, era muy aceptado en los medios nocturnos. De repente me metía en algún problemita, por supuesto. A veces se enojaron conmigo, sobre todo la Marión. Pero se le pasó (ríe). Creo que siempre hay que ir de frente; no andar escondiendo las cosas. Dentro de lo posible, he tratado de no ocultar, dentro de lo posible (ríe)”.
-¿Cuál es su vicio privado?
“Me gusta coleccionar modelos de barco. Me han regalado, he comprado, he hecho varios y sigo haciéndolos. Uno de los que he construido está en el restaurante El Mesón De La Patagonia, donde tengo una mesa para mí. También colecciono cosas que tienen algún significado, cosas que me regalan, recuerdos que me recuerdan la vida. Tampoco es que me siento a recordar, están ahí no más”.