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NAIROBI.- La keniana Amran Abundi intenta acabar puerta a puerta con la mutilación genital femenina y el matrimonio infantil en la zona norte de su país, donde una de cada cuatro mujeres y niñas son mutiladas, una labor por la que acaba de recibir el premio "Index on Censorship" 2015.
"Dedico este premio a todas las mujeres marginadas del norte de Kenia, que sabrán que su lucha por sus derechos ha sido reconocida internacionalmente", declaró Abundi al recibir el premio anoche en Londres.
El "Index on Censorship" reconoce desde hace quince años a aquellos individuos o grupos que tienen un mayor impacto en la lucha contra la censura.
Según datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), una de cada cuatro mujeres ha sufrido la mutilación femenina en Kenia, uno de los 29 países de todo el mundo donde todavía se lleva a cabo esta práctica, pese a que el Gobierno la declaró ilegal en 2011.
En el condado de Wajir (noreste), donde nació Abundi, la mayoría de sus habitantes son musulmanes o de etnia somalí, una cultura donde la mutilación genital femenina y el matrimonio infantil sigue teniendo aceptación social.
Por eso, desde 2006, Abundi, pequeña y delgada, ataviada con un vestido negro y un pañuelo de llamativos colores cubriéndole la cabeza, va todos los días, puerta por puerta, hablando con las familias para convencerlas del daño irreversible que la mutilación o el matrimonio infantil infligen a la mujer.
Es una "constructora de paz" desde los cimientos. "No puedo permitir que esto siga pasando.
Estas mujeres y niñas están sufriendo", explica Abundi en una entrevista con Efe en Nairobi antes de recibir el premio. Kenia es uno de los países con mayor prevalencia del matrimonio con menores, que alcanza el 25 por ciento según datos de Unicef. El 6 % se casa con menos de 15 años.
En Wajir, mucha gente apenas tiene trabajo con el que sobrevivir y las familias son pobres, por lo que reciben con alegría a hombres que les prometen "que les van a cambiar la vida" si le entregan a su joven hija en matrimonio. Muchas familias aceptan a cambio de algo de dinero, y las chicas acaban casadas con hombres mucho mayores que, según cuenta Abundi, las abandonan al cabo de poco tiempo, cuando se cansan de ellas o se quedan embarazadas, para cambiarlas por otra joven esposa.
"Se buscan otra mujer. Ellas son niñas y les dicen que vuelvan con su familia. Pero hay vergüenza y ellas no saben a dónde ir", relata esta keniana.
Pero tienen el teléfono que Abundi les ha dado previamente o que han oído en las emisoras de radio locales. Ella las recoge, las lleva al hospital si es necesario y luego las devuelve a la familia. Para prevenir estas situaciones, Abundi habla con las chicas, pero también con sus padres y madres.
"Les digo que trabajen para ellas mismas, que terminen la escuela y que, quizás entonces, piensen en el matrimonio". Ella es un ejemplo.
Con 33 años todavía no se ha casado porque, según explica, prefiere dedicarse a erradicar estas prácticas abusivas, al menos en Wajir, pese a que haya recibido amenazas de muerte y escapado de atentados contra su vida.
Abundi se encoge de hombros cuando recuerda esas amenazas. "Lo peor era que les decían a las niñas que yo quería destrozarles la vida, que la circuncisión y casarse jóvenes era algo bueno".
Cambiar las mentes de hombres y mujeres es un proceso muy lento, y aunque Abundi se esfuerza en hablar con ellos y conocerlos, a veces no es suficiente y las chicas acaban circuncidadas o casadas con algún hombre mucho mayor que ellas.
La mayoría son hombres ricos. "Te doy esto y lo otro, te cambiaré la vida", les prometen, "pero al final sólo destrozan a una niña". "Los más duros son los ancianos. No quieren oirlo. Creen que el dinero va a arreglarles la vida", lamenta.
A pesar de haber sido reconocida internacionalmente con premios como el que otorga el "Index on Censorship", la labor no está acabada: "Aún tengo mucho por hacer aquí", concluye. Junto con Abundi, este año han sido distinguidos por el "Index on Censorship" el saudí Safa al Ahmad y el angoleño Rafael Marques de Morais en la categoría de Periodismo, mientras que en la de Arte el premio se lo ha llevado el rapero marroquí El Haqued y en la de Activismo digital la web Atlatszo.