Han pasado ya tres años del lamentable suceso, que partió como un castigo a la menor, convirtiéndose en un crimen.
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Cadena perpetua y con posibilidad de libertad condicional. Ésa fue la sentencia que un juez de Alabama otorgó ayer a Joyce Hardin Darrard, una mujer de 50 años que obligó a su nieta de 9 años, Savannah, a correr hasta fallecer.
Han pasado ya tres años del lamentable suceso, que partió como un castigo a la menor, convirtiéndose en un crimen. Todo comenzó cuando la chofer del bus escolar en el que viajaba Savannah, le comentó a Hardin que la niña había comido uno de los dulces que vendía una compañera, y sin haber pagado por él. Y si bien la menor lo negó al principio, terminó confesándolo, desatando la furia de su abuela. “Ella va a correr hasta que yo le diga que pare”, le comentó Hardin a la conductora del bus.
Tal como declararon los vecinos de Hardin en el juicio, la mujer obligó a su nieta a correr por tres horas seguidas, incluso a veces acarreando leña. “¡Sigue corriendo, no te he dicho que pares!”, le gritaba cuando Savannah se detenía a tomar aire o incluso a vomitar.
Así, la niña terminó colapsando y murió días después, según los médicos, por esfuerzo excesivo prolongado.
En marzo pasado, la justicia había declarado culpable a Hardin, pero aún faltaba conocerse la sentencia, que podía ser pena de muerte a cadena perpetua, opción que fue la elegida por el juez de Alabama, destacando la imposibilidad de solicitar libertad condicional.