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Abstención ciudadana: ¿Por qué se va a las marchas y no a las urnas?

La falta de representatividad ha llevado a miles de ciudadanos en el mundo a hacer de las protestas su espacio de expresión. Pero si parecen estar cada vez más interesados en ser parte del debate, ¿por qué es tan baja la participación con votos?

22 de Octubre de 2016 | 09:00 | Por Daniela Pérez G., Revista Viernes

El domingo pasado, la Alameda sirvió como escenario para gritarles a las autoridades “No + AFP”. Y este miércoles, la principal avenida de Santiago se volvió a transformar, con más de 50 mil personas que llegaron a decirle al mundo #NiUnaMenos. Una protesta para manifestar su profundo rechazo a la violencia de género, gatillada por los horrorosos crímenes ocurridos en el extranjero y también en nuestro país. Carteles cubiertos de imágenes de mujeres violentadas, consignas repudiando el femicidio, y llamados a crear conciencia por el respeto y la dignidad de la mujer son escenas que se repitieron en otras 22 ciudades chilenas, así como también en Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Guatemala, México, Francia y España. Y son señal de cómo la ciudadanía global ha hecho de la calle el lugar donde expone sus ideas y su malestar.

Pero esta misma semana, la participación ciudadana es desigual. Ad portas de las elecciones municipales de este domingo, el temor por la abstención es unánime: los estudios auguran que podría llegar a un 65%.

Que la gente salga semana a semana a manifestar su descontento, sus deseos y sus ganas de participar en el debate público es, para algunos teóricos, la evidencia de que en los últimos años se vive una mayor politización. Pero si es así, ¿por qué, entonces, no votan?

La cientista política Claudia Heiss, en el foro Si nadie vota, ¿cómo cambiamos las cosas?, organizado por la Vicerrectoría de Extensión de la Universidad de Chile y la Fundación Ciudadano Inteligente, lo resumió en una frase: “Nuestros sueños no caben en sus urnas”.

La principal razón es el distanciamiento y la falta de identificación que los ciudadanos sienten con la política institucional. Y una de las formas más evidentes de expresión de esta desconexión es la alta abstinencia en las elecciones: no votar pareciera ser la manera en que la gente les dice a los políticos que no los representan. Más aún a partir del voto voluntario en 2012.

Así lo demuestra la IV Encuesta Auditoría a la Democracia publicada por el PNUD en septiembre. “A pesar de que los chilenos continúan valorando la democracia como la mejor forma de gobierno (6 de cada 10), se muestran cada vez más críticos respecto a su funcionamiento(…) La distancia y falta de identificación han aumentado de manera sistemática: quienes no se identifican con ninguna posición política pasó de un 34% (2008) a un 68% (2016). A la vez, quienes no se identifican con ninguno de los partidos políticos existentes aumentó de un 53% (2008) a un 83% (2016) y casi 9 de cada 10 chilenos consideran que tanto el Congreso como los partidos políticos realizan muy mal o mal la función de representar los intereses de los ciudadanos”.

Lo anterior, concluye la misma encuesta, es una de las expresiones de un sistema de representación tensionado, que ha ido perdiendo legitimidad paulatinamente. Y los mismos actores del sistema lo saben. Candidatos a alcalde que hoy se reúnen con los vecinos y les dicen: “Señora, no se preocupe, yo no soy político”, son la más clara evidencia de que la expresión colectiva de descontento tiene nombre y apellido. Lo mismo los miles de folletos que reparten en las calles, donde ya ni se apela al partido político que cada aspirante representa.

“Hay una fractura como no había pasado nunca en la historia reciente de Chile. Una radical ruptura entre lo social y lo político”, afirma el abogado, académico de la Universidad de Chile y precandidato presidencial Fernando Atria.

¿Es la calle una nueva manera de entender la política?


Según el Doctor en Sociología Geoffrey Pleyers, lo es. Este investigador de la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica, lleva más de una década estudiando las nuevas formas de activismo en el mundo, y vino a presentar parte de su trabajo en una conferencia en la Universidad Alberto Hurtado.

“En Europa se hablaba mucho de la baja participación política de los jóvenes. Pero decían eso cuando las calles estaban llenas. ¿Cómo, entonces, dicen que no se interesan? Esto tiene que ver con la idea de que existe una división entre la política, que se hace en un espacio público formal y donde se vota, y la vida privada, que está completamente separada. Eso nunca ha sido cierto. Menos ahora. Para estos jóvenes, la concepción de sí mismos, de la amistad y de su vida diaria se mezcla con el activismo. No es que seas un actor político cuando sales a la calle y cuando te tomas un café dejas de serlo”, dice Pleyers. “Estos jóvenes no se sienten ciudadanos del mañana en formación, sino que actores de la política actual. Es una forma de activismo propia del siglo XXI y no corresponde a algo pasajero”, agrega.

Mira cómo son los nuevos manifestantes y por qué es necesaria reconectarlos con la política institucional en revista Viernes.
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