ASUNCION.- Esta noche, la "U" va a dormir con la luz encendida. Ni los pasos del cuco sería una sensación tan terrible como revivir la pesadilla vivida por los azules -que actuaron de blanco- en la capital paraguaya y que se empieza a resumir sólo con el marcador: 0-6 frente a Cerro Porteño por la Copa Libertadores, el mismo torneo en que desde ahora los universitarios mirarán por televisión.
Es difícil encontrar en la historia de los equipos chilenos jugando afuera una actuación tan desastrosa como la de esta noche en el atiborrado estadio La Olla, donde el cuadro local arrolló a un elenco sin ideas, desordenado y sobrepasado física, técnica y tácticamente.
Si Olarra (y después Aros, que entró en el segundo tiempo) le hubiese pasado las llaves de la compuerta de su sector izquierdo a los atacantes paraguayos no habría sido tan evidente el pasadizo que se formó por ese sector. Cinco de los seis goles se urdieron por ese costado, aunque valga atenuar que el zaguero nunca tuvo apoyo, salvo las erróneas ganas de Von Schwedler de apagar el incendio.
A los 17 minutos, los locales ya iban 3-0, con tantos de Ramírez (10') -el "Freddy Kruger" de la noche-, Ferreira (15') y un inspiradísimo Alvarenga (17'), en los que poco o nada pudo hacer el arquero Vargas.
La defensa nunca pudo detener el cuadrado que formaban los tres mencionados y el calvo Garay, bien protegido por Pedrinho (el clon del argentino Verón) y Campos, que sin brillar en demasia limpiaron y fregaron el piso para que sus compañeros bailaran toda la noche.
Nunca se había visto tan lento a Castañeda, tan perdidoa Chavarría, tan pequeño a Avila, tan "tronco" a Arilson y tan tieso a González. Si este Maestri hubiese jugado contra Chile capaz, capaz que otro mejor gallo estuviese cantando.
¿Qué hizo Vaccia para desanudar el enredo?
Poco. Cambió a Arilson por... Marcos González, que se perdió en una función de tapón en la que ni siquiera ayudó a Chavarría. También entró Rivarola, y aunque se pensaba que fue tarde, el argentino jamás puso en riesgo el arco de Bobadilla como para encontrarle la razón a esa queja.
Los goles de Espínola (34') y de Pedrinho (51') terminaron por enterrar cualquier hipotética reacción. Lejos de aquietarse, Cerro siguió machacando el débil arco de Vargas, con un Ramírez que luego se echó al bolsillo a Aros y que siguió desnivelando el juego desde la derecha.
El cierre de Achucarro (83') fue el premio para un equipo simple y efectivo. Con toda razón, un hincha chileno se puede preguntar por qué no se traen refuerzos como Alvarenga, Ferreira o Ramírez para que jueguen en Chile. Claro que convengamos que los monstruos se vieron más monstruos ante un niño miedoso que jamás cumplió con lo que necesitaba: atacar.
Y ante eso, se merece las mil pesadillas de la noche. Y hasta que le apaguen la luz.