KANDAHAR, Afganistán.- El fútbol volvió a reinar esta semana en Afganistán en las canchas que los talibanes habían convertido en campos de muerte.
Después de seis años bajo el régimen Talibán, equipos de fútbol volvieron a la cancha del estadio de Kandahar para los primeros partidos de 90 minutos en la sureña ciudad afgana, encuentros posibles sólo después de que cayó la dictadura local y se inició un proceso de reconstrucción.
Es esta ocasión las suelas de los zapatos no terminaron manchadas de sangre y algunos futbolistas usaron pantalones cortos, además de no tener preocupaciones por el largo de sus cabellos y el uso de barba.
El estadio construido en 1996 con fondos de las Naciones Unidas se había convertido en una plaza siniestra durante seis años.
En sus instalaciones se hacían ejecuciones públicas, se cercenaban dedos o extremidades o se azotaba a personas acusadas de adulterio y homosexualidad.
Las mujeres eran obligadas a arrodillarse en la cancha para recibir un disparo en la cabeza.
Ahora existen planes en Kandahar para disputar una liga con 12 equipos, que podría comenzar en pocas semanas.
Antes los partidos estaban limitados a sólo media hora y si no querían tener problemas los futbolistas debían usar pantalones y camisetas largas, tener el pelo corto y dejarse crecer las barbas al menos ocho centímetros. Además, el color rojo estaba prohibido. Los pantalones cortos estaban prohibidos presumiblemente para que en ninguna forma significaran una provocación de tipo sexual.
No se podía jugar en los momentos en que todos debían orar, caso contrario los jugadores eran arrestados, golpeados y enviados a la cárcel.
No obstante, aún no todos se atreven a usar pantalones cortos y uno de los delanteros que llevaba pantalones largos indicó que "el nuevo gobierno aún no ha anunciado qué se permite o no".
Nadie en la cancha de Kandahar recuerda la experiencia de enfrentarse con un equipo de Pakistán.
"El Talibán los maltrató debido a que usaban pantalones cortos, sus barbas eran cortas y el pelo largo", dijo Asif, un jugador de un club de Kabul. "Fue una humillación terrible. Se llevaron a los visitantes, los pegaron, les afeitaron las cabezas y los encarcelaron durante dos días", agregó.
Por supuesto, no pudieron jugar el partido de vuelta.