BUENOS AIRES.- La derrota de esta noche de Fernando González en Argentina ante David Nalbandián (6-3, 1-6 y 7-6, en una hora 54 minutos) no pasa por una mala táctica, por el cansancio o por el enojo contra el árbitro, con el que discutió más de cinco minutos al comienzo del tercer set por un fallo en contra notoriamente injusto.
Si esto del tenis fuera por puntos, habría que decir que en la suma lo más discreto que se le ha visto al santiaguino en esta temporada fueron los cuatro primeros juegos del partido, que le dieron suficientes ínfulas al argentino para afianzar su juego y creer que venía la paliza.
Especialmente en su servicio, la visita estuvo en ese parcial muy poco fino, incapaz entre otras cosas de resolver con violencia los globos que su adversario le contestaba desde el otro lado.
Cuando se logró enfocar -cuando Nalbandián ya no tenía ideas ni piernas para levantarle la pelota más allá de la cintura- el chileno metió el festival de palos que lo ha llevado a encaramarse en el mundo y que le sirvió para aplastar al cordobés en la segunda manga en apenas 21 minutos.
La clave, en todo caso, podría estar eso sí en el alegato del tercer set. Un derecho de Nalbandián dio en la huincha y se fue ancho, unos cinco centímetros. Todo el mundo la vio, pero el juez de línea no cantó y para colmo el árbitro no encontró la huella que González -iracundo- le mostraba. Tenía punto de quiebre y con ese tanto se le fue el juego tras dos devoluciones malas.
Sin embargo, más allá de gritarse mutuamente los puntos en la cara, pareció como que González ya había olvidado el desaguisado y se las ingeniaba para ganar su servicio con cierta comodidad aunque estando 4-5 abajo se sacudió un match point.
Nunca más Nalbandián arriesgó su servicio, pese a que el primero no cayó jamás dentro, y eso le bastó para alargar el pleito hasta el tie break.
Y si González lo perdió, y con ello se le fue el partido, se debió sólo a uno de los tantos errores no forzados que cometió el chileno buscando aniquilar en mil pedazos a su rival.
Hoy le resultó menos que otras veces y Nalbandián juega tanto como los rivales a los que ha derribado, por lo que buscar excusas a veces -como esta noche- está de más.
A veces se pierde, como hoy, y punto.