La hinchada celeste vivió un día especial en El Teniente.
José Alvujar, El MercurioRANCAGUA.- Son las 11:00 horas del jueves y Rancagua respira fútbol. La gente camina con las camisetas de O’Higgins por las calles y los vendedores tienen un magnífico día con el comercio de banderas y gorros alusivos al "Ohí Ohí". No importa ni la lluvia ni el frío.
La ilusión comenzó antes, cuando dejaron en el camino a Unión Española en las semifinales del Torneo de Apertura 2012, pero éste es el día. La hora de la verdad se acerca y el Estadio El Teniente comienza a empaparse de fútbol.
12:00 horas y los forofos afortunados, esos que pudieron arrancarse del trabajo, se acercan a las puertas del coloso rancagüino. No encuentran cómo hacer que el tiempo pase más rápido y que den la autorización para la apertura de las rejas. "¡Ohí - Ohí, Ra – Ra, Ohí Ohí, Ra – Ra!…" se escucha a lo lejos. Es el inicio del grito de guerra del cuadro celeste. Se oye una, dos, 20 veces en media hora. A medida que se acerca el pitazo inicial, también se escucha más fuerte. Y más seguido.
Lentamente el reloj avanza hasta las 13:00. Es hora de comer, pero qué importa. O’Higgins está en su primera disputa de un título local. Nunca, en los 57 años de historia celeste el cuadro de Rancagua estuvo tan cerca de la gloria. La lluvia comienza a molestar, a mojar la ropa. Pero ahí siguen estoicos los ilusionados fanáticos del conjunto dirigido por Eduardo Berizzo.
Por fin dieron las 14:00. Las puertas del recinto deportivo se abren. Algunos corren a encontrar la mejor posición para ver, la que ellos soñaban, sería una victoria. En paralelo, su querido "Capo de Provincia" comienza el traslado desde el hotel de concentración hasta el estadio. Las radios locales están con la previa del duelo desde muy temprano y sirve para calmar las ansias de los hinchas.
Queda una hora para el compromiso, son las 15:00. Los equipos ya están en la cancha haciendo el trabajo precompetitivo. El estadio, pero sobre todo la galería norte es una caldera. Pifias para el rival y gritos de aliento sin parar para sus jugadores. Sus guerreros.
16:00 en punto y Jorge Osorio dice que la pelota comience a rodar. 16:01 y casi sin creerlo, los fanáticos del cuadro local celebran el 1-0. Fiesta total, locura e ilusión por doquier. Dos horas después, la fiesta continúa, O’Higgins logró un 2-1 a favor que los acerca al título.
Son las 19:00 horas y los jugadores siguen entregando declaraciones. Fuera del estadio, en la Alameda Bernardo O’Higgins y en todas las calles rancagüinas se escuchan bocinas y vítores de alegría. El festejo es total. Las radios locales continúan con la maratónica transmisión y reciben cientos de llamados de los fanáticos. Algunos cuentan que están cerca de ser testigos de algo que sus padres no vieron. Y es que muchos forofos pasaron y jamás pudieron observar al "Ohí Ohí" campeón. Hoy, tras 57 años, la gloria está a un paso.