SANTIAGO.- El ex superintendente de Valores y Seguros (SVS), Alberto Etchegaray, planteó que los directores de empresas deberían asumir un rol mucho más activo y determinante dentro de sus obligaciones, para evitar malas prácticas que puedan involucrar a la compañía en escándalos financieros con impacto en los mercados, o conducirla a su inviabilidad económica.
"El director 2.0 tiene que entender que tiene que estar dispuesto, incluso, a tomar una decisión tan brutal como aprobar la quiebra de una compañía. Tiene que estar dispuesto a remover al gerente general si no tiene la confianza suficiente en él”, expresó.
En el marco de su participación en el lanzamiento del libro "Cine y casos de negocios", el ex regulador afirmó que "las obligaciones legales que tiene un director en Chile son súper fuertes y la jurisprudencia de los tribunales interpretando esas obligaciones son altísimas, de las más altas que hay en los países de la OCDE".
"Más que preocupación 2.0, yo diría, simplemente, asumir la responsabilidad y entender bien los deberes a los cuales está obligado, y asumir que estamos en un ambiente y en un entorno claramente más exigente con su rol", remarcó.
Durante el análisis del libro que recopila las 15 mejores películas de la historia sobre negocios, Etchegaray dijo estar de acuerdo con la autoregulación de las empresas, a través de un organismo autoregulador potente en el país, como el FINRA, aunque se mostró escéptico de una puesta en marcha independiente.
"En Chile es difícil que ocurra", sentenció, recordando que como superintendente le tocó promover la autoregulación, "y a nivel de intermediarios, aún en la bolsa sigue habiendo bastante cuidado, en la manera en que se enfrenta este tipo de cuestiones", opinó.
"Con Juan Andrés Camus, (la bolsa) ha tomado una actitud un poco más proactiva, pero siento que aún podría ser muchísimo más proactiva en términos de darle más independencia y más recursos", recomendó.
Sobre el caso La Polar
El consultor se detuvo en el caso La Polar para proponer más incentivos a ejecutivos de largo plazo que los desvíen de cometer acciones poco éticas, que vayan en desmedro de la compañía y de los accionistas minoritarios.
"La Polar era la única compañía que no tenía un controlador y, por lo tanto, la administración tenía muchos mayores atribuciones y eso generó una serie de incentivos negativos, perversos, que llevó, probablemente, a que hubiera un menor ambiente de control al interior de la compañía", aseveró, y agregó que este caso debería llevar a observar a otras empresas.
"Hoy, los incentivos están bien puestos, básicamente, no por la ley, sino porque los casos están demostrando que si no desarrolla bien su función le va a caer el peso de la ley", concluyó.