SAO PAULO.- Decenas de miles de artesanos peruanos y costureros bolivianos forman la nueva fuerza de inmigración, a menudo ilegal, que llega para aprovechar las ventajas que ofrece esta metrópolis, la más rica y mayor de Brasil, dice un estudio del Instituto Fernand Braudel de Economía Mundial.
Los peruanos, con su habilidad para trabajar con motivos indígenas, han dado vida al floreciente negocio de las artesanías. Los bolivianos, frecuentemente con salarios miserables y jornadas extenuantes, son la fuerza que da vida al grueso de las confecciones de Sao Paulo, una urbe de 17 millones de habitantes cuyo producto interno supera con creces al que en conjunto tienen Perú y Bolivia.
El estudio es parte de trabajos especiales del instituto, un respetado centro de investigación de este país. Con el título "El mundo es ancho y ajeno - De los Andes a Sao Paulo" fue realizado por el investigador peruano y miembro del instituto Albino Ruiz Lazo.
Los artesanos se han abierto camino fabricando bisuterías, especialmente aretes, codiciados por las jóvenes de la urbe por la originalidad de los motivos, y adminículos semejantes a los que usan estrellas de la televisión brasileña. El estudio cita a un artesano de Cuzco diciendo que "los (comerciantes) chinos no pueden competir" con su producto, al referir que comerciantes asiáticos pugnan por imitar su trabajo.
"En los últimos años, unos 50.000 peruanos, mayoritariamente del Cuzco, han llegado a Brasil para instalarse o temporalmente. Aunque recorren ferias, playas y mercados del interior, han hecho de Sao Paulo su centro de operaciones...Hay peruanos en todas partes. Algunos han hecho fortunas..."
Entre los últimos cita a uno de Huancayo, "el rey de los adornos de refrigerador", que los produce masivamente y se prepara para exportarlos.
Los inmigrantes coreanos llegaron hace casi 50 años a Sao Paulo fugando de Corea del norte y de la crisis que siguió a la división de su país y desenvolvieron una industria de confecciones de la cual aseguran controlar el 60%". De ese porcentaje, "el 99% es producido por costureros bolivianos en no menos de 30.000 talleres".
"La masa de costureros supera las 150.000 almas. La ropa que adquiere la masa de paulistas...es el resultado del ensamble de dos grupos racial y culturalmente distantes: coreanos y bolivianos".
Esa masa de bolivianos fue alimentada por las dificultades económicas en el vecino país durante los años de 1980 y en gran parte proviene de los alrededores de La Paz y de El Alto. Muchos de ellos vinieron desde las regiones mineras, tras el éxodo que siguió al cierre y privatización de empresas mineras.
El estudio subraya: "Habituados a ir de un lado a otro, a vivir en las minas y ver la luz del día sólo horas por semana, los bolivianos se acomodaron a la vida en los talleres de costura de los coreanos en condiciones parecidas a las minas. Familias completas en condición de ilegales aceptaron vivir y trabajar en un mismo ambiente en condiciones cercanas a la esclavitud. Trabajando a destajo 16 horas por día, hasta en los detalles la vida llevada por sus patrones (coreanos) cuando ellos eran los ilegales".
Algunos bolivianos han logrado montar sus propios talleres y ahora asumen los riesgos de la ilegalidad que antes asumían los coreanos. Su lema, dice el estudio, "trabajar como chinos".
Agrega: "Los bolivianos dueños de talleres han aprendido de los coreanos a trabajar con todas las ventanas cerradas, subiendo el volumen de las radios para cubrir el ruido de las máquinas".
Añade que "impiden la salida de sus costureros a la calle hasta para comprar un caramelo, imponiendo, con promesas de mayores ganancias, jornadas de trabajo de lunes a sábado que empiezan a las 8 de la mañana y terminan más allá de la medianoche".