MOSCU.- El túnel construido en los años '80 por los servicios secretos de Washington debajo de la sede de la embajada soviética de la capital norteamericana para controlar cualquier actitud de sus viejos rivales, se transformó, en estos días, en un hecho de dominio público gracias a las revelaciones del diario New York Times.
Estas revelaciones indujeron este lunes al Ministerio de Relaciones Exteriores ruso a convocar al encargado de negocios norteamericano en Moscú, George Krol, para un brusco pedido de "explicaciones".
"Si esta noticia encuentra confirmación, plantearemos la cuestión de una importante violación de las normas del derecho internacional que regulan, en todo el mundo, las relaciones entre representaciones diplomáticas", advirtió un portavoz ruso.
Moscú no excluye ni siquiera un pedido de indemnización por daños: el uso de aparatos láser para las interceptaciones de parte de la CIA podría haber tenido efectos sobre la salud del personal de la sede diplomática.
La cuestión parece una consecuencia "envenenada" del caso Robert Hanssen, el funcionario del FBI detenido recientemente por sus colegas bajo la acusación de haber realizado durante 15 años el doble juego en favor de Moscú.
Habría sido precisamente Hanssen, según el New York Times, quien reveló en su momento al contraespionaje ruso los proyectos norteamericanos sobre la galería secreta excavada en la embajada soviética hace 15 años.
Un subterráneo en el cual la CIA pensaba poder instalar un sofisticado sistema de escuchas para filtrar las conversaciones reservadas del embajador de Moscú y sus colaboradores. La última fase del proyecto, siempre según el diario, se conoció por la información de un topo, identificado luego en la figura de Hanssen.
Pero el hecho de que el Kremlin hubiese sabido todo desde el principio, no impide ahora a las autoridades de Moscú protestar. La cuestión es ahora del dominio público y Rusia puede remitirse a la Convención de Viena, violada en el caso de un acto de espionaje contra una representación diplomática.
Algunos rumores de índole filo-occidental subrayan también la hipocresía de Washington. Es el caso de Vladimir Lukin, primer embajador de la Rusia postosoviética en Estados Unidos y hoy diputado del partido liberal Yabloko.
El controespionaje ruso, por su parte, evitó simular sorpresa. Estas revelaciones "no nos maravillan", dijo Tatiana Samolils, portavoz de los servicios secretos para el exterior, SVR. "La pasión de los servicios norteamericanos por los trabajos de excavación es conocida", agregó burlona y recordando "la galería realizada en Berlín por la CIA en los años '50", para controlar las líneas telefónicas de la embajada soviética.
Incluso en aquel caso la operación y los relativos financiamientos fueron quemados por un doble agente: el británico George Blake, que pasó al servicio de la U.R.S.S. por motivos ideológicos, y que, desde su refugio de Moscú donde aún vive, podrá hoy desenterrar los viejos tiempos pensando en esta reedición de los hechos.