NUEVA YORK.- En el muelle 94 de Manhattan, frente al río Hudson, todos los días se reúnen, llorosos, los familiares de muchos de los 6.300 desaparecidos en el el atentado contra el World Trade Center, que poco a poco han ido entendiendo que nunca volverán a ver a sus seres queridos.
A la entrada de ese muelle -convertido en lugar de dolor y lágrimas, de solidaridad y esperanzas- se oye hablar incontables lenguas, porque los muertos y desaparecidos en los ataques de Nueva York provenían de unos 60 países.
Una hermana de Raúl Hernández, quien trabajaba como guardia de seguridad en el World Trade Center, se acercó al muelle, para saber acerca del resultado de los trabajos de rescate, que entraron este sábado en el duodécimo día. "Mi hermano es muy cariñoso, ayudaba a todo el mundo, todos rezamos por él", dijo Gladys, que no sabía si hablar de Raúl en presente o pasado.
"Es difícil aceptar que vamos a tener que aprender a vivir sin él", dijo. "Creo que para poder creer de verdad que está muerto, que ya no lo vamos a volver a ver, necesitaría tener algo que enterrar en un cementerio", dijo, conmovida.
Según una psicólogo consultada por la AFP, ésto es lo más difícil para los familiares de los desaparecidos, ya sea en catástrofes naturales, en ataques, o en conflictos internos, como los que prevalecieron en varios países de América Latina en los años '70 y '80.
"En esta tragedia del World Trade Center, es muy difícil para los parientes aceptar que nunca podrán recuperar los cuerpos de sus seres queridos, porque quedaron deshechos, pulverizados", dijo una psicológa argentina, que no quiso ser identificada.
"Quisiera por lo menos enterrar un huesito, tener un lugar donde irle a poner una flor", dijo Eva, hermana de un mexicano desaparecido, que se había acercado a Casa Puebla, una organización que ha estado trabajando desde el primer minuto en tareas de rescate, de conteo de las víctimas, de apoyo psicológico a inmigrantes latinos.
Un hombre que enciende una vela en Union Square, convertido en lugar de plegaria por las víctimas, deja ver también la angustia e incertidumbre por no tener un cuerpo para dar sepultura. "Mi hermano acababa de empezar a trabajar en el World Trade Center. Se acababa de casar. Era cariñoso y chistoso", dijo Usmar Shantri.
"Ya son doce días que estamos esperando alguna noticia de él. Necesitaría poder identificar algo de él, para creer que no volverá a nosotros", agregó.
Dos mujeres dominicanas, casadas con dos hermanos, también de República Dominicana, que trabajaban en el restaurante "Windows on the World", que estaba en el último piso de una de las torres gemelas, se niegan a considerarse viudas.
Blanca Gómez y Teresa Gómez -casadas con José y Enrique Gómez, quienes esa mañana del 11 de setiembre habían ido temprano a su lugar de trabajo, donde se celebraba un gran desayuno para más de un centenar de personas- seguirán aferrándose a la mínima esperanza, hasta no ver los cuerpos.
El alcalde de la ciudad, Rudolph Giuliani, empezó ya, con mucho cuidado, a tratar de hacer pasar el difícil mensaje de que las posibilidades de hallar supervivientes son cada vez menores, y que tampoco hay muchas probabilidades de hallar más cuerpos de las víctimas.
"Hay que tener en cuenta que la explosión del combustible de los aviones provocó temperaturas de cerca de 400 grados centígrados. Tenemos que aceptar que no vamos a lograr recuperar los cuerpos de todos los que han muerto", dijo Giuliani.
Hasta el viernes, según las cifras de la ciudad, los cadáveres recuperados en la zona del atentado cero eran 251, y los desaparecidos se elevaban a 6.333.