QUETTA/WASHINGTON.- El régimen talibán inició este viernes la rendición de Kandahar, cuna y último bastión del movimiento, mientras el jefe del nuevo gobierno de Afganistán dijo que entregará a sus dirigentes y aliados extranjeros a la "justicia internacional".
Con el talibán finalmente desintegrado después de varias semanas de bombardeos pulverizadores estadounidenses, Washington puede ahora concentrarse en la cacería de su enemigo más buscado, Osama bin Laden.
Fuerzas antitalibán dijeron que habían capturado la principal base de bin Laden en las montañas de Tora Bora del este de Afganistán, pero no pudieron encontrar al líder islámico saudita, a quien Washington atribuye los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, que dejaron alrededor de 4.000 muertos.
La agencia de noticias "Prensa Islámica Afgana" (AIP), con sede en Pakistán, informó que los combatientes del talibán comenzaron a deponer sus armas ante una comisión de ancianos tribales, académicos islámicos y antiguos comandantes muyajedin en la ciudad donde la milicia islámica inició su marcha hacia el poder hace siete años.
Algunos informes mencionaron amplios saqueos de propiedades de civiles y almacenes de las organizaciones humanitarias en la antigua capital real, fundada en una fortaleza construida por Alejando Magno hace 2.300 años.
La AIP informó además que el talibán se había rendido en la provincia suroccidental de Helmand y en el pueblo fronterizo de Spin Boldak, los últimos reductos del movimiento integrista, que actualmente sólo controla algunas pequeñas y apartadas áreas del país.
Amnistía para guerrilleros
Hamid Karzai, escogido para presidir el nuevo gobierno afgano que deberá asumir sus funciones el 22 de diciembre, concertó un pacto el jueves para la rendición pacífica de Kandahar, pero no pudo confirmar este viernes si la entrega había comenzado.
Sin embargo, dijo que el líder del movimiento, mullá Mohamad Omar, y sus asesores deberán enfrentar juicio por sus crímenes.
Karzai dijo a Reuters que había otorgado una amnistía a los combatientes rasos del talibán, pero no a los dirigentes de alto rango de la milicia y los extranjeros leales a la milicia o a la red Al Qaeda de bin Laden.
"Tenemos estrictas medidas contra ellos y serán entregados a la justicia internacional", dijo Karzai por un teléfono celular. "Estamos absolutamente comprometidos a llevarlos a juicio y enfrentarlos a la justicia. Deben pagar por sus crímenes".
El paradero de Omar, quien había exhortado a sus guerreros a combatir hasta la muerte y no entregar Kandahar, se desconocía, dijo Karzai. En otra señal de la frágil unidad entre los caudillos rivales de Afganistán, un aliado clave de Karzai dijo el viernes que la entrega de Kandahar resultará en un caos.
"Hamid Karzai, el nuevo Primer Ministro, el nuevo líder, ha hecho por sí solo una decisión muy, muy mala, en Kandahar. No consultó a los ancianos ni a nadie más", dijo a Reuters Khalid Pashtoon, portavoz de aliado de Karzai y ex gobernador muyajedin Gul Agha Sherzai.
"Ahora la ciudad está en un caos, hay combates en todas las calles. Todo ha sido provocado por este caballero, el nuevo Primer Ministro", añadió Pashtoon, quien habló por teléfono por satélite desde el aeropuerto de Kandahar.
Grietas en el pacto de gobierno afgano
En Berlín, donantes occidentales restaron importancia a los temores de que el pacto de poderes compartidos de Afganistán se esté agrietando mientras un representante de alto rango de las Naciones Unidas dijo que se necesitarán al menos 600 millones de dólares en ayuda para marzo.
Las rivalidades tradicionales entre las facciones afganas amenazaron con dividir el nuevo gobierno antes de que se haya reunido por primera vez.
Dos líderes condenaron la repartición de los ministerios en el gobierno, que fue aprobado el miércoles en Bonn, Alemania.
El caudillo Abdul Rashid Dostum, cuyas fuerzas dominan gran parte del norte de Afganistán, dijo que su facción étnica uzbeca no estaba justamente representada.
Dostum jugó un papel crucial en la lucha entre facciones que dio al traste con los esfuerzos en Kabul para formar un gobierno poscomunista de poderes compartidos en 1992.
Los donantes dijeron que comenzarán a canalizar fondos hacia el país independientemente de la situación política.