BUENOS AIRES.- Al vehemente y verborrágico renunciante ministro argentino de Economía Domingo Cavallo no le alcanzaron las decenas de ideas e iniciativas para salvar a su país del cuasi derrumbe financiero.
Sus planes, muchos fuertemente cuestionados, sólo lograron a la sombra de un gobierno políticamente debilitado precipitar un estallido social que ayer se cobró seis muertos en saqueos a supermercados de todo el país y que esta madrugada impulsó a las calles a miles de manifestantes de la clase media, que bramaban por ver a Cavallo fuera del gobierno.
El plan de convertibilidad, que en abril de 1991 terminó con la temida hiperinflación al atar uno a uno la paridad del peso al dólar, le granjeó a Cavallo el reconocimiento y respeto internacional.
Sin embargo, desde su arribo al gobierno el pasado 20 de marzo, Cavallo no logró cubrir las expectativas que lo tenían como el único posible salvador del desquicio reinante en la Argentina. Esta situación se cobró en marzo dos ministros de Economía: José Luis Machinea, quien llegó al gobierno el 10 de diciembre de 1999 junto con el presidente, Fernando de la Rúa, y Ricardo López Murphy, quien sólo duró 15 días en el cargo.
Los llamados planes de competitividad, una serie de ventajas impositivas para diferentes sectores de la industria, no lograron la reactivación económica y la recesión se prolonga ya desde hace 42 meses.
Los resultados de la reestructuración de la abultada deuda pública, que asciende a unos 132.000 millones de dólares, aún están por verse, siempre y cuando logre concretarse en su tramo internacional.
El índice de desempleo es de cerca del 20 por ciento, los sueldos de empleados estatales y las jubilaciones sufrieron un recorte del 13 por ciento y la meta del déficit cero parece ser una utopía para un Estado que asombra al mundo por su capacidad de despilfarro.
Cavallo no es el único responsable de la debacle económica y financiera de la Argentina, pero desempeñó un importante papel en poner al país al borde de la quiebra.
Entre 1991 y 1996 ya había sido ministro de Economía, durante el gobierno de Carlos Menem. En ese momento se consagró con la convertibilidad.
El renunciante funcionario fue candidato a presidente en octubre de 1999, cuando De la Rúa le ganó en las elecciones no sólo a él sino también al peronista Eduardo Duhalde.
La receta del entonces ministro resultó mágica. La convertibilidad puso fin de una vez por todas a la temida hiperinflación, que se había convertido en la peor pesadilla de los argentinos. Todavía hoy muchos recuerdan con horror las carreras contra los empleados del supermercado, que varias veces por día remarcaban los precios de los productos que ofrecían en sus estanterías.
Mientras los argentinos disfrutaban de una nueva estabilidad económica, Cavallo recorría el mundo en busca de nuevos aliados y nuevos créditos. En el exterior, el ministro era sinónimo de credibilidad, y eso lo convirtió en una pieza clave del primer gobierno de Menem.
Sin embargo, el idilio entre Cavallo y el presidente peronista llegó a su fin el 26 de julio de 1996, cuando el "padre de la convertibilidad" fue reemplazado como titular del Palacio de Hacienda por Roque Fernández. Con el desplazamiento de Cavallo, el Presidente intentaba señalar que él era la verdadera garantía de la continuidad del modelo económico. Pero pronto se hizo evidente que los ciudadanos habrían de pagar un precio alto por su deseada estabilidad.
El hoy ex ministro de 55 años, casado con Sonia Abrazian y padre de tres hijos, no se convirtió en presidente. Tampoco alcanzó su deseo de ser el jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, en julio de 2000. Aníbal Ibarra ganó esas elecciones.
Según sus propias palabras durante la campaña presidencial hace algo más de dos años, Cavallo esperaba constituirse con su partido, Acción por la República, en "la garantía política para los independientes que quieren un árbitro en medio de la lucha entre radicales y peronistas".
Cavallo deja hoy el gobierno y se va abucheado, criticado, insultado y culpado por la profunda crisis, que tiene a la Argentina mucho más cerca de la cesación de pagos que de ninguna otra salida.
El renunciante y polémico funcionario intentó por todos los medios consagrarse en el poder, pero no lo logró. Junto con sus ambiciones y las de los gobiernos que integró quedaron por el camino las esperanzas de muchos de los 36 millones de argentinos, en particular las de los 14 millones que hoy viven debajo de la línea de la pobreza.