SOFIA.- El Papa Juan Pablo II felicitó el jueves a la minoría cristiana de Bulgaria por su resistencia a la opresión que sufrió en la era comunista, al comenzar una visita de cuatro días que pone a prueba su cada vez más frágil estado de salud.
Sin embargo, después de ofrecer su discurso oficial tras su llegada, el Papa, que con 82 años luce cada vez más débil, tuvo fuerza para hacer unas declaraciones improvisadas en las que agradeció a los búlgaros por su recibimiento y hasta bromeó con el hecho de tener que sentarse debido a su avanzada edad.
"El Papa es un anciano y ésa es la razón por la que está sentado", dijo el pontífice hablando de sí mismo en tercera persona y gesticulando ante el presidente búlgaro, Georgi Parvanov, quien estuvo a su lado durante la ceremonia de bienvenida en Sofía.
A su llegada al país de mayoría cristiana ortodoxa, el Papa tuvo que bajar del avión con ayuda de un elevador de carga, como ocurrió cuando llegó a Azerbaiyán el miércoles en la primera etapa del viaje número 96 de su pontificado, que comenzó hace casi 24 años.
Nunca antes, el Papa había necesitado ese tipo de elevadores mecánicos durante sus viajes.
Durante las 24 horas que estuvo en el país del Cáucaso, el Papa caminó con dificultad, frecuentemente con ayuda de sus asistentes, o fue transportado hasta su silla sobre una plataforma móvil.
En la capital búlgara fue llevado sobre una plataforma móvil ante la guardia de honor en el aeropuerto, pero luego caminó desde su auto hasta el trono utilizado en la ceremonia.
Juan Pablo leyó partes de su discurso en búlgaro en una voz tan entrecortada que por momentos resultaba difícil entender lo que decía.
Un sacerdote siguió leyendo el discurso en su lugar, una práctica diseñada para que el Papa conserve algo de energía ya que sufre del mal de Parkinson, enfermedad que le impide hablar o moverse con normalidad y que hace que sus manos tiemblen descontroladamente.
A pesar de su evidente fragilidad, el Papa, de origen polaco, señaló al llegar a Bakú que tiene la intención de mantenerse como el líder de los 1.000 millones de católicos alrededor del mundo, y que no renunciaría, como algunos funcionarios de la Iglesia han sugerido.