TORONTO, Canadá.- Las Jornadas Mundiales de la Juventud 2002 (JMJ), que se celebrarán la semana próxima en Toronto con la presencia del Papa Juan Pablo II, contarán probablemente con una asistencia de fieles inferior a la de años anteriores, lo que podría provocar fuertes pérdidas financieras a sus organizadores.
Cuando presentó su candidatura ante el Papa Juan Pablo II, quien en agosto de 2000 eligió a esta metrópoli sobre el lago Ontario, la Iglesia Católica canadiense había afirmado que esperaba a 750.000 peregrinos.
La apuesta no parecía irrealizable, ya que Denver, hasta entonces la única ciudad norteamericana en haber acogido las JMJ, había atraído a 600.000 jóvenes en 1993.
Pero el deterioro del estado de salud del Papa, afectado entre otras cosas por la enfermedad de Parkinson, terminó por hacer dudar de su presencia, lo que no estimuló a los fieles a prever su viaje, explica Paul Kilbertus, portavoz de las JMJ.
Sin contar, agrega, el temor a los viajes en avión desde los atentados del 11 de septiembre.
Esta primavera, pues, los organizadores revisaron sus ambiciones a la baja y basaron su presupuesto en una afluencia de 350.000 peregrinos dispuestos a inscribirse, con un precio máximo de 250 dólares canadienses (165 dólares estadounidenses) por alimentación y alojamiento -en casas de familia o pensiones- y la participación en todas las celebraciones de la última semana de julio.
Se estaba lejos de los 4,5 millones de fieles que se lanzaron a las calles de Manila durante las JMJ de 1995, pero las previsiones fueron demasiado ambiciosas.
Algunos días antes de la apertura de las JMJ el martes con la llegada del Papa, sólo se habían inscrito 196.000 peregrinos para participar en este acontecimiento creado en 1984 por Juan Pablo II para reunir, generalmente cada dos años, a jóvenes de entre 16 y 35 años del mundo entero.
En total, los costos de las JMJ ascenderán a 80 millones de dólares canadienses (52 millones de dólares estadounidenses), gastados centralmente en alimentación, transporte y atención médica para los peregrinos, así como en la organización de los grandes acontecimientos, como la misa al aire libre que celebrará Juan Pablo II el 28 de julio.
Si son cerca de 100.000 los que faltan a la convocatoria, el déficit ascenderá a 25 millones de dólares canadienses (16,3 millones de dólares estadounidenses).
Y los obispos católicos de Canadá, que son los garantes de las JMJ, deberán encontrar los medios para que las cuentas cuadren, reconoce Paul Kilbertus.
Los poderes públicos canadienses -Estado federal, provincia de Ontario y ciudad de Toronto- sacaron de sus arcas 3,8 millones de dólares canadienses, suma a la que se agrega un préstamo sin intereses de 1 millón de la misma moneda.
Ciudad y provincia gastarán también en transportes y en horas suplementarias de la policía o el personal médico, pero esperan un retorno de su inversión con una inyección de alrededor de 100 millones de dólares canadienses (65 millones de dólares estadounidenses) en la economía local.