CIUDAD DEL VATICANO.- Al cumplir 25 años en el trono de Pedro, al mando de uno de los pontificados más largos de la historia, Juan Pablo II, el primer pontífice polaco, se italianiza al adquirir la ciudadanía honoraria de Roma y dirigirse por primera vez al Parlamento de la península.
Cuando el próximo 31 de octubre el alcalde de Roma, Walter Veltroni, le entregue en un acto solemne el diploma de ciudadano honorario de la Ciudad Eterna, Karol Wojtyla simbólicamente se volverá un poco italiano.
Dos semanas después, el Sumo Pontífice se dirigirá por primera vez al Parlamento italiano en sesión conjunta por invitación del presidente de la Cámara de Diputados, Pier Ferdinando Casini, un privilegio otorgado a muy pocos extranjeros en el curso de la historia republicana.
Ambos hechos evidencian la particularidad del reinado sobre la tierra del sucesor de Pedro, ciudadano del Vaticano, quien dirige la Iglesia católica desde un terreno de 44 hectáreas enclavado en el corazón de Roma.
Juan Pablo II, quien conserva la nacionalidad polaca, gracias al título de Papa es también el "obispo de Roma, vicario de Cristo, sucesor de los príncipes apóstoles, patriarca de Occidente, arzobispo metropolita de la provincia romana y primado de Italia", pero no por ello tiene la nacionalidad italiana.
Es como si el arzobispo de París fuera un húngaro o el de Nueva York un brasileño.
El hecho no sorprende ya que desde hace varios siglos, los Papas italianos han renunciado a administrar la propia diócesis así como a ejercer el primado de Italia, sobre todo después de que cedieron en el siglo XIX casi la mitad del territorio de la península que formaba parte del Estado pontificio.
Actualmente, el cardenal Camillo Ruini cumple como vicario las funciones de obispo de Roma así como el cargo de presidente de la conferencia episcopal italiana tras haber sido nombrado directamente por el Papa.
Curiosamente, Juan Pablo II adquirirá la ciudadanía romana por iniciativa de un ex comunista, ya que el alcalde de la capital fue miembro del comité central del otrora Partido Comunista.
Hace más de 25 años, cuando el primer alcalde de izquierda de Roma, Giulio Carlo Argan, se reunió con Pablo VI, el encuentro fue calificado de histórico y suscitó escándalo en los ambientes católicos.
Actualmente las relaciones entre la Santa Sede e Italia son casi idílicas, sobre todo después de que el gobierno concedió una serie de prerrogativas a las escuelas privadas católicas.
El enfrentamiento mayor con el gobierno italiano es por el tema de la inmigración. Los obispos combaten las leyes severas que el gobierno de Silvio Berlusconi acaba de aprobar para detener la entrada de inmigrantes clandestinos.