EMOLTV

El mundo despide al Papa en histórico funeral

Los cientos de miles de personas que llenaban la plaza de San Pedro aplaudieron cuando el cardenal Joseph Ratzinger dijo que el Papa ya estaba en el cielo, y tenía asegurada la vida eterna junto a Dios.

08 de Abril de 2005 | 06:48 | Agencias
CIUDAD DEL VATICANO.- El ataúd de ciprés, que contiene otro de plomo y uno de nogal con los restos de Juan Pablo II fue retirado de la Plaza de San Pedro entre los apoteósicos aplausos de la multitud para ser enterrado en las catacumbas de la basílica.

El ataúd, adornado únicamente con una simple cruz y la letra M, por María, fue metido en la basílica al concluir el funeral por 12 palafreneros de la nobleza romana mientras las campanas mayores repicaban sin cesar en un homenaje postrero al último obispo de Roma.

Los dignatarios de 80 países que acudieron a Roma para asistir al funeral, entraron en la basílica una vez concluida la ceremonia, tras introducido el féretro, acompañado por el colegio cardenalicio.

La plaza de San Pedro resonó con los aplausos de los peregrinos cuando un simple ataúd de madera de ciprés, ensamblado con colas de milano, y adornado con una cruz fue traído desde la basílica a la plaza por varios palafreneros.

Los prelados colocaron una copia de los Evangelios en el ataúd de Juan Pablo, cuyas páginas fueron agitadas por el viento, mientras un coro entonaba el himno gregoriano "Concédele, Señor, el descanso eterno".

Los cardenales, con mitras blancas, salvo los tocados con las doradas y coronas del rito oriental, ocuparon sus sitiales en la plaza y muchos tuvieron que quitarse el capelo cardenalicio debido al viento reinante.

El funeral fue celebrado por el cardenal Joseph Ratzinger, decano del Colegio Cardenalicio y muy allegado de Juan Pablo. Es uno de los mencionados como posible sucesor.

Al comienzo de la misa, Ratzinger —con casulla roja y solideo del mismo color— entonó "Oh Dios, Padre y Pastor de la humanidad, mira a tu familia reunida aquí en plegaria y concede a su servidor y nuestro papa Juan Pablo II, que en el amor de Cristo guió tu Iglesia, que comparta con el rebaño que le fue confiado la recompensa prometida a los fieles ministros del Evangelio".

Ratzinger se refirió al Santo Padre como "nuestro desaparecido y querido Papa" en una homilía que recordó la vida del Pontífice desde sus días de obrero en una fábrica en la Polonia ocupada por los nazis hasta sus últimos días al timón de 1.000 millones de católicos.

Interrumpido por los aplausos al menos en 10 ocasiones, el alemán Ratzinger, generalmente impertérrito, tuvo que contener la emoción al recordar la última aparición pública de Juan Pablo — cuando bendijo a los peregrinos desde la ventana de su estudio el domingo de Pascua.

"Podemos estar seguros de que nuestro amado Papa se encuentra hoy en la ventana de la casa del Padre, que nos ve y nos bendice", indicó el ilustre purpurado entre los aplausos de los asistentes, incluso entre los prelados, al apuntar con el dedo hacia la ventana del tercer piso que preside la plaza de San Pedro.

"Hoy, cuando enterramos sus restos en la tierra como semilla de inmortalidad — nuestros corazones están llenos de tristeza, y al mismo tiempo de esperanzadora alegría y profunda gratitud", dijo Ratzinger en italiano con un marcado acento alemán.

Interrumpido varias veces con aplausos, Ratzinger dijo que Juan Pablo fue un "sacerdote hasta el final" y agregó que ofreció su vida por Dios y su rebaño "especialmente entre el sufrimiento de sus meses finales".

Los peregrinos que acamparon toda la noche en el empedrado de la plaza despertaron finalmente con la llegada de otros miles de personas deseosas de ocupar un lugar preferente para seguir el funeral. La plaza y las calles que conducen a ella eran un mar de banderas rojas y blancas que agitaban los peregrinos y compatriotas de Juan Pablo, muchos de ellos ataviados con trajes regionales mientras gritaban "¡Polonia! ¡Polonia!".

"Sólo queremos decir adiós una última vez a nuestro padre", dijo Joanna Zmijewsla, de 24 años, que viajó durante 30 horas con su hermano Szymon desde su pueblo cerca de Kielce, en Polonia, para llegar el viernes a la plaza de San Pedro a la una de la madrugada.

Varias familias polacas de la aldea natal de Juan Pablo, Wadowice, trajeron al altar las ofrendas del ofertorio.

Los peregrinos de diversos países alzaron las banderas nacionales entre la multitud — libanesas, españolas. croatas, estadounidenses y de otros confines del mundo — y fueron recitadas plegarias durante la misa en francés, suahili, portugués, inglés y otras.

Antes de comenzar la misa, el arzobispo estadounidense James Harvey, director del protocolo papal, saludó la bienvenida a los dignatarios cuando abandonaron la basílica de San Pedro, Muchos de ellos estrecharon la mano de Harvey y le ofrecieron sus condolencias antes de ocupar sus sitiales.

Turbantes, fezes, yarmulkas, mantillas negras aparecían mezcladas con los solideos en una extraordinaria mezcla de líderes religiosos y políticos de todas partes del mundo.

"Estoy aquí porque soy un creyente pero también para vivir este momento histórico", dijo Stephan Aubert, arropado en una bandera francesa.

Las campañas enmudecieron finalmente cuando los líderes mundiales ocuparon sus sitiales, Diez minutos antes de comenzar el funeral llegó la delegación estadounidense encabezada por el Presidente George W. Bush, su padre, George H.W. Bush, y su predecesor Bill Clinton.

Por lo menos 300.000 personas llenaron la plaza y la Vía della Conciliazione hasta el río Tiber. Una pancarta que proclamaba "Santo Súbito" (Santificación inmediata) resumía el sentimiento popular y de muchos creyentes del mundo ante la devoción y el cariño que despertó el Santo Padre tanto en vida como tras su muerte.

Varios millones de personas siguieron el funeral en pantallas gigantes de televisión colocadas en diferentes plazas romanas y en el Coliseo Máximo, donde un grupo de jóvenes con la leyenda "los muchachos del papa Juan Pablo el Grande" vendieron un libro conmemorativo sobre la vida del Pontífice.

"Tenía un afecto especial por este Papa porque amaba a toda la gente de todas las religiones", dijo Alex Van Arkabie, de 60 años, que empuñaba una bandera de su nativa Sri Lanka y que rezaba el rosario en el Coliseo.

En Polonia, unas 300.000 personas se congregaron en un gran descampado en Ktacova para ver el funeral en una serie de pantallas gigantes de televisión, y en Varsovia, las sirenas sonaron durante tres minutos para anunciar el comienzo del funeral. En Hanoi, en Vietnam, y en Yangon, Birmania, los creyentes se reunieron para seguir el servicio por televisión o rezar por el eterno descanso de Juan Pablo.
EL COMENTARISTA OPINA
¿Cómo puedo ser parte del Comentarista Opina?