PARIS.- La barrera de policías antidisturbios armados con bastones, escudos y gases lacrimógenos, barre literalmente el boulevard de Saint Michel arrastrando a su paso a decenas de jóvenes manifestantes que les increpan sin miedo: "Policía en todas partes, justicia en ningún lugar".
El París de la bohemia y de los rincones inmortalizados por Ernest Heminguay en "París era una fiesta" se convirtió durante algunas horas el jueves por la noche en escenario de violentos enfrentamientos entre jóvenes y fuerzas del orden, tras una manifestación de protesta por un contrato laboral para jóvenes impulsado por el gobierno.
Automóviles ardiendo, gases lacrimógenos, calles cortadas, golpes y arrestos se repitieron hasta bien entrada la noche en el boulevard Saint Michel, la plaza de la prestigiosa universidad de La Sorbona y las callejuelas del Barrio Latino.
Durante la tarde, la manifestación, que reunió a unas 120.000 personas según los organizadores y a 33.000, según la policía, transcurrió en calma. Algunas horas después, los estudiantes parecían haberse evaporado.
"No soy estudiante pero me opongo a este Estado fascista... ¡Esta es la policía del capitalismo!’’, clama Pascal, un joven de 20 años que ha venido en tren desde las afueras de París.
A los llegados de los barrios periféricos se suman grupos violentos de derecha e izquierda u organizaciones antiglobalización.
Varios militantes de extrema derecha armados con bastones y cascos y dispuestos a enfrentarse a los manifestantes de izquierda acaban también esposados y detenidos después de haber golpeado a varios jóvenes.
Los gritos en contra del Contrato Primer Empleo (CPE, según sus siglas en inglés), que está motivando esta revuelta estudiantil en Francia, han desaparecido y se han transformado en insultos a la policía y el gobierno.
Tres estudiantes de Letras que han participado en la manifestación asisten atónitos a estas escenas de violencia, "criticables por ambas partes: manifestantes y policía", según ellos.
"Es una pena que nuestra lucha se manipule así. Nosotros sólo estamos protestando para conseguir un trabajo más digno en el futuro. Esto no tiene nada que ver", lamenta Monique, de 22 años.
Decenas de turistas también se han visto sorprendidos por los enfrentamientos. Frente al río Sena, a pocos metros de la catedral de Notre-Dame, un grupo de jóvenes inglesas saca fotografías de los policías con sus teléfonos móviles.
"No era lo que esperábamos encontrar al venir a cenar al Barrio Latino de París", explican, refugiándose rápidamente en un restaurante.
Muchos bares han decidido cerrar sus puertas por miedo a acabar saqueados. A pocos metros, un café ha sido atacado por los manifestantes y una librería y un quiosco de revistas acabaron en llamas.
"Gendarmes racistas", "Cobardes, golpearíais hasta a vuestros propios hijos", gritan los jóvenes sentados en el suelo en medio de la avenida.
La columna de policía identifica a los instigadores de la protesta, avanza rápidamente por el boulevard y arresta a los más violentos.
En total, los detenidos en la capital superan los 150. Además, al menos 35 policías han resultado heridos en los disturbios en la ciudad y nueve de ellos están hospitalizados.
Poco a poco los manifestantes se van dispersando y los policías pierden el interés en perseguirlos.
"Nos vemos el sábado en estas mismas calles", lanzan los manifestantes, refiriéndose a la nueva jornada de movilización prevista en toda Francia contra el CPE.
El punto más polémico de este nuevo contrato es que el trabajador puede ser despedido de la noche a la mañana, sin explicaciones ni indemnizaciones, durante un periodo de dos años.