SAN FRANCISCO.- Los humanos han colonizado tanto el planeta que quedan pocas zonas sin tocar por el hombre, por lo que los ecologistas deberían dejar de focalizarse en proteger a la naturaleza de los humanos para tratar de entender y manejar mejor este mundo domesticado.
"No existe algo como naturaleza intacta", señala Peter Kareiva, científico jefe de Nature Conservancy, un grupo sin fines de lucro, con sede en Estados Unidos.
"Enfrentar esta realidad debería cambiar el foco científico de la ciencia medioambiental", afirma junto a otros investigadores en un artículo divulgado por la revista "Science".
Los ecologistas deberían así dejar de focalizarse en proteger a la naturaleza de los humanos, para tratar de entender y manejar mejor este mundo domesticado, estiman los autores.
En 1995, solo el 17% de la Tierra seguía siendo verdaderamente salvaje -sin poblaciones humanas, cosechas, accesos viales o luz nocturna detectada por satélite-, indican los autores.
La mitad de la superficie de la Tierra es usada para cosechas o pastoreo; más de la mitad de todos los bosques se han perdido, convertidos en tierra cultivable; los mayores mamíferos terrestres en varios continentes han sido eliminados; las rutas marítimas cruzan los océanos en todas direcciones, destaca el estudio.
En Europa, 22.000 kilómetros de costa están pavimentados.
La gran cantidad de represas hace que el agua almacenada artificialmente sea casi seis veces mayor que la que corre libremente, según el artículo.
Más allá de la obvia influencia humana, son evidentes otros cambios más sutiles en todo el mundo, afirma Kareiva.
La selección natural ha sido suplantada por la selección humana, lo que significa que algunas especies -como mascotas de compañía- crecen fuertemente mientras otras -como la trucha de río- han sido alteradas específicamente para consumo humano, a menudo en detrimento de la especie.
En la africana Namibia, la sobrepesca ha permitido el florecimiento de grandes medusas, difícilmente capturadas antes de 1970 en el ecosistema de Benguela, en la costa noreste de Namibia.
Hoy son capturadas tres veces más medusas que peces comerciales en esa región, señala el estudio.
La alteración de los ecosistemas los vuelve más vulnerables y menos resistentes, explica Kareiva.
Crear parques tampoco ha funcionado, argumentan los autores.
Proteger la naturaleza mediante parques nacionales y estatales sólo ha domesticado estas regiones. La principal misión de Nature Conservancy es proteger tierras privadas. Por ejemplo, el Parque Fuji-Hakone-Izu en Japón, uno de los más populares del mundo, tiene más de 100 millones de visitantes por año e incluye spas, hoteles, canchas de golf y tranvías.
El intenso tráfico humano en las áreas más protegidas del mundo las ha cambiado para siempre, introduciendo especies no nativas, contaminación del aire y basura, sostiene el artículo.
"En el mundo moderno, la vida salvaje es más comúnmente una designación regulatoria que verdaderamente un sistema sin la impronta humana", indica Kareiva.
Y esta tendencia se acelerará con el crecimiento de la población mundial, advierte.
Ante esta nueva realidad, los ecologistas deben analizar su rol, "para que la naturaleza y las personas se desarrollen simultáneamente", concluyen los autores.