PISCO.- El polvo que se arremolina en el aire en la ciudad de Pisco, golpeada por un poderoso terremoto el miércoles, suma problemas respiratorios al sufrimiento de la población.
Los residentes de Pisco caminan por las nubes de polvo, entre construcciones colapsadas, cubriendo bocas y narices con lo que tengan a mano: camisetas, pañuelos, o simplemente con la mano.
Unos pocos afortunados tienen máscaras distribuidas por los trabajadores de la salud y rescatistas pero, igual que los demás, entrecierran los ojos para protegerlos de la molestia.
Para peor, la nube de polvo crece por el incesante trabajo de camiones que retiran los escombros y empeoran la suciedad en el aire.
Las autoridades médicas dijeron el sábado que los síntomas de infecciones respiratorias empezaban a aparecer, y que ello podía desatar una epidemia si los residentes no tomaban las precauciones adecuadas.
Algo difícil de lograr, con las dos terceras partes de Pisco destruidas, muchos de sus 130.000 habitantes durmiendo a la intemperie, en calles que siguen acumulando mugre y más polvo en el aire.
Una clínica móvil del Hospital Solidaridad de Lima aparcada en la plaza de la ciudad, ya trató a unas 350 personas por problemas respiratorios, solamente el sábado.
La doctora Marina Deza afirma que la mayoría de los pacientes visitaron la clínica quejándose de problemas de tos, estornudos u ojos irritados.
Aunque no se quejan todavía de problemas respiratorios, los médicos aconsejan evitar la sobreexposición "para que no se convierta en epidemia", dijo Deza.
Pero hacia el final del día, la clínica no tenía más máscaras.
Bernice Hernandez, una mujer de 67 años, salió del autobús azul de la clínica móvil con cuatro tabletas de antibióticos en la mano, con la esperanza de que eso alivie su dolor en el pecho. "Estamos enfermos con este polvo", dijo.
Berenice duerme en la Avenida San Martín, frente a su casa, devastada como tantas por el terremoto que dejó unos 500 muertos en la costa sur peruana, la mayoría de ellos en Pisco.
"No podíamos dormir, no tengo ni cama para dormir", explicó.
El ministro de Salud, Carlos Vallejos, mencionó los problemas respiratorios en la larga lista de las preocupaciones del gobierno.
Las autoridades temen la propagación de epidemias, no solo respiratorias, sino brotes de diarrea y también de enfermedades contagiadas por la putrefacción de cadáveres.
Vallejos anunció que 1.500 trabajadores de la salud locales e internacionales fueron desplegados para intentar evitar o controlar esa posibilidad.
El doctor Carlos Armando Orellana Salazar, director del Hospital Perú, una organización médica móvil, explicó que la ingestión de agua contaminada era uno de los principales problemas.
"Lo que sí está apareciendo es el problema de la diarrea", dijo el médico.
Enrique Quiroz salió de la clínica móvil junto a su esposa Elvira, con su hija Alexandra, de tres años, en brazos.
La familia Quiroz viene durmiendo desde el miércoles en una cancha de fútbol, comiendo lo que pudieron salvar de su casa, y bebiendo agua de un camión cisterna.
"El agua estaba turbia", dijo Elvira, de 21 años. "Igual la bebimos así", agregó.