WASHINGTON.- Ningún latino había llegado tan alto en un gobierno de Estados Unidos como Alberto Gonzales, pero el dimisionario secretario de Justicia no será recordado tanto por ser un pionero para la comunidad hispana como por ser una de las figuras más polémicas de la administración de George W. Bush.
Su papel en la redacción de las más controvertidas leyes antiterroristas cuando era consejero presidencial, entre otras las referidas a los interrogatorios a sospechosos, y su aplicación ya como responsable del Departamento de Justicia, el despido de ocho fiscales federales por motivos supuestamente políticos y su posible perjurio ante el Congreso hicieron que, en sus dos años y medio en el cargo, Gonzales siempre estuviera en el punto de mira de la crítica.
Gonzales es amigo personal de Bush, al que lo une una larga relación profesional. Como el propio Presidente recordó hoy, Gonzales era un exitoso licenciado en Harvard trabajando para una de las más prestigiosas firmas de abogados de Texas cuando Bush, entonces gobernador del estado, decidió reclutarlo como consejero.
Comenzó entonces una carrera en la que Gonzales demostró una lealtad a prueba de bombas que fue recompensada con un meteórico ascenso. En 1997 fue nombrado secretario de estado de Texas, en 1999 fue hecho miembro del tribunal supremo del estado, en 2000 se marchó con Bush a la Casa Blanca como asesor presidencial, y en 2005 ascendió al puesto de Fiscal General, el equivalente a secretario o ministro de Justicia.
Su férrea lealtad al jefe lo convirtió en un blanco fácil para los críticos, que encontraron en él otra manera de atacar a Bush. A él se atribuyen los rechazos de clemencia de Bush en algunas de las ejecuciones más polémicas en la época texana, como la de Terry Washington, un retrasado mental de 33 años que según los médicos tenía el cerebro de un niño de siete.
Gonzales aconsejó a Bush en 56 del récord de 152 ejecuciones que ordenó en sus cinco años de mandato.
También de su mano, en estrecha colaboración con el Vicepresidente, Dick Cheney, y el "gurú" político de Bush, Karl Rove, salieron las líneas generales de leyes como el "Acta Patriótica", que entre los ecos de los atentados terroristas del 11 de septiembre permitió la investigación y detención de cualquier persona simplemente sospechosa de terrorismo.
Situación en Guantánamo
Gonzales puso también su cerebro al servicio de Bush para encontrar una justificación jurídica para no aplicar a los presos de Guantánamo la Convención de Ginebra, y para difuminar los límites de lo que se considera tortura.
Tan controvertida figura logró que incluso la comunidad latina en Estados Unidos se dividiese cuando se convirtió en secretario de Justicia.
Asociaciones como la Liga Unida de Ciudadanos Latino Americanos (LULAC), la Asociación Nacional de Oficiales Elegidos Latinos (NALEO) o el Consejo Nacional de La Raza (NCLR) se felicitaron por que uno de los suyos hubiese llegado más alto que nadie.
Otras entidades cercanas al movimiento latino, como la Unión Norteamericana para las Libertades Civiles, criticaron sin embargo el nombramiento como "contraproducente".
"La confirmación de Gonzales es una tragedia debido a su origen étnico. Como defensores firmes de los derechos humanos y civiles, nosotros creemos que él es un modelo débil para la comunidad latina y una influencia verdaderamente peligrosa", afirmaron en un artículo Carlos Villarreal y Carlos Muñoz Jr., dos conocidos activistas latinos pro-derechos humanos.
Un doble papel
En realidad, Gonzales siempre jugó un doble papel con sus orígenes: Nunca renegó de ellos, pero tampoco los cultivó en exceso.
Ello no le originó ningún problema para, por ejemplo, apoyar algunas de las medidas más duras contra los inmigrantes indocumentados.
Pese a no hablar español, Gonzales fue presidente del colegio hispano de abogados de Houston, recibió el premio presidencial de la Cámara de Comercio hispana de Estados Unidos y fue elegido el abogado latino del año 2002 por el colegio hispano del país.
Hijo de dos emigrantes mexicanos, nació en San Antonio en 1955 en medio de una familia de ocho hermanos.
Como muchos otros latinos, logró labrarse una carrera gracias a su ingreso en el Ejército estadounidense, que le permitió pagarse los estudios universitarios y comenzar a vivir lo que él mismo definió como "el sueño americano".