MOGADISCIO.- Sus coches son de lujo y vistosos, sus fiestas tan extravagantes como sus residencias palaciegas, sus teléfonos celulares de última generación, y las mujeres a su lado bellas y jóvenes.
Esta descripción, que bien podría adaptarse a los músicos raperos, refleja el estilo de vida que llevan los piratas somalíes, considerados ya los "nuevos ricos" del país.
"Conducen automóviles de lujo, usan celulares vistosos y notebooks de última generación, viven en mansiones y contraen matrimonio con mujeres hermosísimas", dice Dahir Salaad Musse, un empresario en la ciudad portuaria de Bosasso, en la región semiautónoma de Puntland, en el norte del país.
La piratería somalí tiene sus raíces en un movimiento de pescadores que decidió unirse para impedir en los años 90 la pesca ilegal y el vertido de residuos tóxicos frente a sus costas.
Mientras los secuestradores afirman que ése continúa siendo su principal motivo, la piratería se ha convertido en una industria altamente lucrativa, sobre todo desde que las compañías navieras han mostrado disposición por pagar altas sumas por el rescate de sus embarcaciones secuestradas.
El negocio de la piratería se extendió en los últimos años hacia gente más joven, dispuesta a todo por imitar el rutilante estilo de vida de los piratas de la primera hora.
El Programa de Asistencia a Navegantes de África Oriental asegura que actualmente hay más de 1.000 piratas patrullando el Golfo de Adén, comparado con los poco más de 100 que fueron observados en 2005.
La piratería es la única industria en crecimiento en Somalia. Así las cosas, no sorprende que esta actividad esté en pleno desarrollo en la provincia de Puntland.
Asentamientos como Eyl, Garowe y Harardhere se están convirtiendo en barriadas de lujo, al menos en comparación con el resto de Somalia, donde una sangrienta insurgencia, la sequía y un fuerte aumento en los precios de los alimentos y la gasolina, obligaron a millones de personas a depender de los programas de asistencia alimentaria. No sorprende que los residentes de esos lugares vean con beneplácito la actividad de los piratas.
"Los piratas son mis mejores clientes porque no regatean como otros; compran las marcas de camisetas y los perfumes más caros", dice Mohamed Ali Yarow, el propietario de una tienda de ropa masculina en Garowe. "A las mujeres les gusta salir con los piratas porque tienen mucho dinero", agrega.
Las autoridades de Puntland, por un lado, tratan de restarle importancia a los piratas, aunque reconocen que hacen tal exhibición del dinero del que disponen, que ello contribuye a que su popularidad aumente entre la población.
"No son tan populares en las grandes ciudades, pero tienen una real influencia económica y social en algunas localidades", dice Bile Mohamoud Qabowsade, el principal asesor del presidente de Puntland Ade Muse.
El año corriente ha sido el peor en materia de actos de piratería fuera de las costas de Somalia. Casi 40 barcos fueron secuestrados en lo que va de 2008. El secuestro más espectacular ocurrió el sábado último, cuando el petrolero saudita "Sirius Star" fue secuestrado con su carga de 100 millones de dólares en barriles de crudo.
El buque cisterna se encuentra amarrado frente a Haradhere, mientras se realizan negociaciones para su liberación. Los piratas son conscientes de que asestaron un certero y duro golpe que, por ahora, parece resultarles exitoso.
Exigen 25 millones de dólares para dejar navegar el barco, una diferencia sustancial respecto de los 2 millones de dólares que se exigían hasta ahora por la liberación de un barco.
Aunque existan serias dudas de que los piratas reciban la suma exigida, la sola idea de que se aventuren a pedir tales cantidades demuestra que están envalentonándose cada vez más, pese al número creciente de controles por parte de barcos internacionales de guerra.
Han surgido sugerencias de que los piratas podrían estar relacionados con insurgentes islamistas, en el sur y el centro de Somalia, aunque Ali Jamaal, un pirata con base de Eyl, asegure que las bandas no tienen vínculos ni religiosos ni políticos con nadie.
Ésta podría ser una buena noticia para los secuestrados, que muchas veces pasan meses en manos de sus captores mientras se llevan a cabo las negociaciones. Se les da un buen trato durante su cautiverio y hasta se les prepara platos occidentales para que no pierdan sus hábitos alimenticios.
"Damos a nuestros secuestrados el mejor trato posible porque queremos ganar buen dinero con ellos", dice Jamal. "Debemos ocuparnos de su salud y sus comidas", añade.
La estrategia de cuidar a sus secuestrados ha pagado dividendos. Según un reciente informe elaborado por el instituto de estudios londinense Chatham House, las compañías navieras desembolsaron hasta ahora 30 millones de dólares en concepto de rescates.
Como cualquier buen empresario, los piratas también reinvierten las ganancias que obtienen en su propio negocio, por ejemplo para comprar armas y sistemas de GPS, que les son útiles para localizar las lanchas rápidas que los combaten.
Pero aun así les sobra muchísimo efectivo para vivir en el lujo. En consecuencia, casi no se conocen los enfrentamientos entre los piratas, algo bastante inusual en el contexto de una sociedad plagada de rivalidades de clanes.
Además, los piratas tienen un sistema que permite una distribución equitativa de los fondos obtenidos en concepto de rescate con el propósito de evitar cualquier tensión que pudiera surgir.
"En función de las actividades que realicen, cada uno recibe un porcentaje predeterminado, por ejemplo quienes secuestraron el barco, o las personas que actúan desde tierra", dice Jamaal.
Aunque los barcos de guerra se estén convirtiendo en una amenaza creciente para la actividad de los piratas, la recompensa por sus actos de pillaje y sabotaje excede con creces sus riegos.
Mientras éste continúe siendo el caso y Somalia siendo un país de limitadísimas oportunidades, los piratas difícilmente abandonarán sus actividades.