Ginebra.- El ballet "La Dolce Vita", inspirado en la famosa película de Federico Fellini, que Ginebra llevará en marzo al Festival del Centro Histórico de México, tuvo anoche una excelente acogida en su estreno mundial en esta ciudad suiza.
"La Dolce Vita", con música del que fue compositor favorito de Fellini, Nino Rota, y coreografía de la también italiana Laura Scozzi, se representará al aire libre en la plaza del Zócalo de la capital mexicana, según dijeron a EFE sus organizadores.
El Grand Theatre de Ginebra llevará también allí "La Púrpura de la Rosa", primera ópera americana, de Tomás de Torrejón y Velasco, con libreto de Calderón de la Barca, y "Scourge of Hyacinths", de la compositora cubana Tania León y libreto de premio Nobel de literatura nigeriano Wole Soyinka.
En la versión Scozzi, "La Dolce Vita" es un "ballet-extravagancia" que habría hecho sin duda las delicias del propio Fellini, una visión entre cínica e irrespetuosa de los años cincuenta en Italia, que fascinan a la coreógrafa.
"La Dolce vita" trae inmediatamente imágenes a la memoria como el famoso baño nocturno del personaje encarnado por la actriz sueca Anita Ekberg en la fontana di Trevi y en presencia de Marcello Mastronianni, el desfile de "vespas" por la Vía Veneto, la vaciedad de las noches de sexo y alcohol en las fiestas de los personajes mundanos y el enjambre de curiosos y venales "paparazzi".
"La Dolce Vita" marcó la ruptura de la estética de la corriente neorrealista italiana e inaugura una serie de filmes en las que se combina la autobiografía con la crónica entre tierna, irónica y siempre disparatada de aquella época.
La joven coreógrafa pone el acento en el lado estrambótico de la visión felliniana y algunas de las imágenes que propone pueden resultarles aún hoy escandalosas a algunos espíritus tradicionales por su irreverencia religiosa.
Así ocurre, por ejemplo, con la escena que abre el espectáculo y que se repite varias veces: un grupo de muchachas en bañador persigue de un lado a otros del escenario a un Cristo semidesnudo y con la corona de espinas, dando gritos agudos como si persiguiesen a una estrella pop.
Tampoco le va a la zaga la imagen de una virgen sobre un pedestal como los que se utilizan en las procesiones de Semana Santa y en el que se ha montado una ducha mientras el cuerpo de ballet se agita arrodillado por el suelo haciendo figura de penitentes.
Entre los momentos más logrados por su gran dosis de humor es la bajada por la escalerilla del avión del principal personaje femenino mientras los fotógrafos disparan sus fogonazos o la escena final con un sinnúmero de "Anitas Ekberg"- todas las bailarinas llevan pelucas rubias- bañándose voluptuosamente en la célebre fuente romana.
Un desfile de perros de distintas razas - encarnados por los bailarines-, que recuerda el desfile de moda eclesiástica del filme "Roma", también de Fellini, en el que cada perro acompaña a una maniquí, erguida sobre finos talones, es otra de las escenas estelares del ballet.
En su versión escénica, a la que podría reprochársele tal vez una cierta falta de dramaturgia para equilibrar la fantasía de la que hace gala la coreógrafa, "La Dolce Vita" es como una alegoría del mundo despreocupado y feliz de la Roma de aquellos años.
Predomina en ella el humor y no deja, sin embargo, en el espectador el gusto agridulce del filme felliniano con el personaje encarnado por Mastroianni, que arrastra la vaciedad de su existencia de fiesta en fiesta sin jamás poder decidirse a ser él mismo.