SANTIAGO.- Aparentemente son tan, pero tan distintos, no obstante a estos tres distinguidos literatos los une -además de recibir el Altazor 2001- la pasión y enamoramiento con que realizan, dos todavía, su tarea de escribir. De expresar su sentir a través de la poesía (Gonzalo Rojas), el ensayo (Volodia Teitelboim) y la narrativa (Mauricio Wacquez, fallecido en septiembre del 2000).
Una trilogía de enorme producción, en Chile y en otras latitudes, como fue el caso del extinto autor de
Epifanía de una sombra, obra póstuma que terminó de redactar en el computador Francesc García-Cardona, su pareja homosexual de años, en la rural localidad de Calaceite, a unos 200 kilómetros de Barcelona, España.
Sin duda, lo de la noche del lunes en el Municipal tuvo mucho de justicia. De la "vendetta" del amor. Como musa inspiradora, como mecanismo de trabajo, como esfuerzo y resistencia ante los avatares políticos, sociales y económicos que vivieron cada uno de los tres premiados, muy tarde, con el símbolo que recuerda a otro olvidado, como es el poeta Vicente Huidobro.
De hecho, el abogado
Volodia Teiltelboim, de recién cumplidos 85 años y reconocido por su ensayo
La gran guerra de Chile y otra que nunca existió, aprovechó la ocasión de recordar al hombre, cuya tumba, desolada y descuidada, se ubica en los cerros de Cartagena.
Le dedicó la estatuilla, ya que no recibió tantos premios como merecía. "Cuando él quiso revolucionar la poesía chilena, tuvo dos escuderos de menos de 20 años, Eduardo Anguita y el que habla", rememoró, aludiendo también a la caprichosa antología
Poesía chilena nueva con visibles inclinaciones hacia Huidobro, y excluyendo a Mistral, por ejemplo.
"Quiero también en nombre de la necesidad de luchar contra la injusticia y el olvido, recordar a aquellos que se fueron: los desaparecidos", sentenció este político, cronista y ensayista que, por estos días, acaba de publicar un libro sobre sus intervenciones en radio Moscú y trabaja en dos proyectos: unas memorias y una reedición de
Antología de la nueva poesía.
Sacó los aplausos más prolongados de la velada, transmitida por Televisión Nacional. Con la mayoría de los asistentes de pie, con las excepciones, entre otras personalidades, del Presidente Ricardo Lagos y el edil santiaguino Joaquín Lavín.
La pasión y emotividad también la trajo el vate
Gonzalo Rojas, de 83 años, premiado por sus poemas amatorios y libidinosos de
¿Qué se ama cuando se ama?, compilados en una edición de lujo con fotografías de Claudio Bertoni y Mariana Matthews, más un CD con textos leídos por el oriundo de Lebu y Premio Nacional de Literatura 1992.
Dio las gracias a todos, y recomendó, líricamente, al respetable:
Aire, aire, aire/ aire, aire, aire/ aire, no para respirarlo/ sino para vivirlo, y bajó cansinamente del escenario y se ubicó de nuevo en su butaca, con su traje de terno y corbata. Su inconfundible gorra lo esperaba en el asiento.
Lo de
Mauricio Wacquez tuvo la carga dolorosa de la ausencia física. Un intelectual colchagüino que muy joven partió a Francia y vivió otra mayor parte en España, alejado de los cánones sociales que conlleva ser parte de una familia aristocrática y ser chileno con apellido de origen flamenco.
Nunca negó su opción gay, tanto en la vida humana como literaria, y
Epifanía de una sombra no fue la excepción. Publicado el año pasado -venía a promocionarlo en la Feria Internacional del Libro-, el texto comenzó a escribirse hace 18 años como una gran biografía.
Fue tan extensa, en papel y tiempo, que la dividió en tres, y ésta corresponde a sus primeras dos décadas de vida, hasta la adolescencia. Como dijo el propio Wacquez: "La vida no es más que un chiste entre dos oscuridades. Entre la vida prenatal y la muerte"; de ahí el título que se refiere al primer asomo de luz.
Un familiar suyo recibió el Altazor y dejó en claro el agradecimiento: "Es más de los amigos, su entorno, allá en Calaceite, que de acá. Nos encargaremos de que llegue a su destino". Aplausos con esa amargura de ser los últimos en reconocer el trabajo de los nuestros.