SANTIAGO.- "Era reescribir la historia de Chile porque consideraba que la que andaba circulando era deficitaria desde el punto de vista de la verdad, teniendo mucho respeto por los grandes historiadores", explicó el autor sobre el ensayo
La gran guerra de Chile y otra que nunca existió, publicación que le valió a sus recién cumplidos 84 años el Altazor 2001.
Y rabia, dolor, debe haber sentido por tanta marginación a su obra, o a la del poeta Huidobro, que en su agradecimiento apeló al vate cartagenino y la mácula de un país de mantener una lista de desaparecidos del régimen militar.
Dedicó el galardón al autor de
Altazor: "Cuando él quiso revolucionar la poesía chilena, tuvo dos escuderos de menos de 20 años, Eduardo Anguita y el que habla", dijo, al tiempo que advirtió a los presentes en el Municipal: "Quiero también en nombre de la necesidad de luchar contra la injusticia y el olvido, recordar a aquellos que se fueron: los desaparecidos".
Ovación generalizada para este político (alguna vez presidente y secretario general del PC) y vasto literato. Sus dos vocaciones, paralelas, que han estado en el centro de su vida de "muchacho del siglo XX", como llamó al primer tomo de sus memorias.
De hecho expresó alguna vez: "La política es mi esposa legítima y la literatura mi amante (...) La literatura ha desplazado a la otra, a la esposa y se ha quedado conmigo".
Hoy, este hombre nacido en Chillán en 1916, entrega su visión sobre Chile. Da cuenta de un país que fue "vendido por Carlos V, propietario de Chile y de todo el imperio español en América". Y extrapola tal hito a la "orden de Nixon de aplastar al gobierno chileno (de Salvador Allende)", como sostuvo en "Rocinante".
Han transcurrido 500 años y... "sigue este asunto con distintos nombres (...) La dominación de ciertas metrópolis que se apoderan del mundo y la dominación también por una minoría de cada uno de los países", afirmó en la entrevista a Faride Zerán.
Teitelboim reconoció que la historia está llena de azar, "pero también está llena de posibilidades", lo que se refleja -añadió- en que hoy en Chile se juzgue a Pinochet por crímenes cometidos durante su gobierno.
De joven fue osado, como cuando con el poeta Eduardo Anguita publicaron una polémica antología sobre
Poesía chilena nueva, con visibles inclinaciones hacia Huidobro, excluyendo a Mistral, por ejemplo.
En 1952 publicó su primera novela
Hijo del salitre (1952), reeditada en 1994 en la colección "clásicos de la novela social chilena" de LOM. Su obra novelística continuó con
La semilla en la arena (1957) y
La guerra interna (1979) y
Notas de un concierto europeo -publicado por LOM Ediciones en 1998-.
Volodia Teitelboim es un lúcido exponente de sus lecturas, sus admiraciones literarias, sus reflexiones sobre los seres humanos y la sociedad en que viven. Otras de sus publicaciones son
En el país prohibido, la serie autobiográfica
Antes del olvido,
Un muchacho del siglo XX,
Un hombre de edad media,
Voy a vivirme y
La gran guerra de Chile y otra que nunca existió, con la que ganó el Altazor.
Mayor es su producción como cronista y ensayista, con notables biografías de Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Vicente Huidobro y Jorge Luis Borges. A este último, incluso, defendió ante la injusticia de no haber recibido el Nobel por razones políticas (el argentino adscribió a ideas de derecha y pro-militares). De la poesía también hay trabajos, aunque ésta "no me ama a mí", reconoció.
Ahora, que acaba de cumplir 85 años de edad (17 de marzo), lo reciente de Teitelboim es
Noches de radio. Una voz viene de lejos, que recopila sus opiniones en radio Moscú, desde el 12 de septiembre de 1973 hasta 1998. Reproduce desde la palabra impresa una selección de su programa "Volodia comenta".
Este año entrega
El anciano de la tribu (Sudamericana) como parte de sus memorias y una nueva edición de la
Antología de la nueva poesía, de 1935 (LOM). "La antología fue una aventura arbitraria, revolucionaria, desaforada. Eramos jóvenes (él y Eduardo Anguita)", asumió.