NUEVA YORK.- El violinista Isaac Stern, quien murió el sábado en Nueva York a los 81 años de edad tras una vida musical de seis décadas, fue considerado, además de humanista y pedagogo, como uno de los grandes virtuosos del siglo XX.
Nacido en Ucrania, Stern llegó a California con apenas 10 meses de edad y a los 8 años comenzó a estudiar música con su madre. Aún adolescente y tras culminar sus estudios en San Francisco, comenzó a tocar con figuras de la talla de Pierre Monteux y Otto Klemperer.
"Embajador cultural" de Estados Unidos, viajó por todo el mundo y, ávido de encuentros, se prensentó en la Unión Soviética en plena guerra fría, en China poco después de la Revolución cultural y en Jerusalén tras la guerra de los seis días.
Alérgico a cualquier sectarismo musical, interpretó y grabó más de de 200 obras de 63 compositores, tanto clásicos como contemporáneos: Bach, Beethoven, Brahms, Mozart, y también Peter Maxwell Davis, Henri Dutilleux, Leonard Bernstein, Krzysztof Penderecki, entre otros muchos.
A diferencia de otros violinistas que usan Stradivarius, prefirió los Guarnerius, que encontraba más profundos y sensuales.
Su figura se tornó más conocida popularmente por la película documental "De Mao a Mozart: Isaac Stern en China", la cual recibió en 1981 un Premio de la Academia y una mención en el Festival de Cannes.
"Yo supe siempre que no podía interpretar el violín tan bien como Heifetz, Oistrakh, Milstein o contemporáneos como Perlman o Zukerman, o Anne Sophie Mutter, Gidon Kremer o Midori", escribió a fines de los años 90 en su autobiografía "Mis primeros 79 años".
"Siempre me molestó no tener la formación de base y la disciplina física indispensables para un violonista", pero "ello me facilitó tal vez encontrar esa penetración musical que es mi fuerza y mi placer", añadió.
Dominio, velocidad del arco y vibrato, gracias a un brazo derecho fuerte y flexible, eran las principales cualidades del violinista estadounidense, que sufría de artritis al final de su vida y una enfermedad de los músculos y de los nervios de la mano derecha que le provocaba terribles dolores.
La calidad de sus últimas presentaciones se vio afectada por esta enfermedad, pero dejó una discografía rica en testimonios de su arte al inicio de su carrera y en plena madurez como concertista e intérprete de cámara.
En recientes temporadas participó en varios recitales y grabaciones con el famoso pianista Yefim Bronfman.
Stern y Bronfman realizaron en 1991 una gira por Rusia durante la cual grabaron en vivo las sonatas de violín de Brahms. Asimismo grabaron juntos todas las sonatas de violín de Mozart.
Tras la guerra árabe-israelí de 1967, Stern ejecutó el Concierto de Violín de Mendelssohn en el Monte Scopus con la Filarmónica de Israel. Ese concierto fue filmado y presentado en cine como "A Journey to Jerusalem".
Debutó orquestalmente a los 13 años cuando con la Sinfónica de San Francisco, dirigida por Willem Van den Berg, ejecutó el Concierto número para violín, de Camille Saints-Saens.
A Stern, quien residía en el estado de Connecticut, le sobreviven su esposa, tres hijos y cinco nietos.