EMOLTV

Moby, por defecto 13/9/05

13 de Septiembre de 2005 | 19:18 |
Tal vez fue un buen concierto el de Moby en Chile, el 12 de septiembre. Lo sabríamos si hubiéramos escuchado bien.

David Ponce


El logo del fabricante de teléfonos móviles más supuestamente cool del mercado se despliega en todo su esplendor en las dos pantallas gigantes instaladas a ambos lados del escenario en el capitalino Espacio Riesco. Las pantallas son excelentes y funcionan muy bien, pero éste es un mundo injusto con la industria celular: el público no toma el peso a tal esfuerzo tecnológico y la demora en el inicio del concierto de Moby motiva las respetables rechiflas de las más de diez mil personas que abarrotan el lugar.

Esas personas ya han visto a los teloneros de la jornada. El grupo argentino Miranda! acaba de consagrar aquí en directo su escalada de popularidad lograda en un año en Chile. De ser un grupo de pop independiente, Miranda! se conducen hoy como los nuevos Soda Stereo si se trata de entusiasmo de fans, transforman su espectáculo en una fiesta de pop festivo y melodramático y abandonan el escenario tras haber explotado al máximo un repertorio de hits como "Don" o "Yo te diré".

La demora se vuelve inexplicable cuando Richard Melville Hall hace su aparición y el sonido es tan defectuoso como si no hubiera habido tiempo de ajustarlo. Moby entra a paso resuelto y viene tocando una guitarra eléctrica en "Find my baby", pero la guitarra no se oye. Más adelante son dos las guitarras, y tampoco se oirán. Cuando Moby tome el bajo eléctrico las cosas no mejorarán, porque una constante masa sonora de frecuencias graves ahogará casi todo otro rango de timbres. Si la batería se escucha es posiblemente gracias a los bíceps y tríceps del músico a cargo, un hombre que debe dedicar tanto tiempo a ejercitar en el gimnasio como a ensayar con Moby. Pero en general lo que suena es exactamente la amplificación de un mal festival de colegio. Sólo que mucho más fuerte.

En esas condiciones, más que apreciar lo que está tocando el artista ahí al frente, sólo queda adivinarlo. "Por defecto", en otras palabras. Como si se tratara de una reacción al carácter esterilizado de su último disco, Hotel (2005), el músico neoyorquino propone en vivo un doble contraste. Primero, no inaugura el repertorio con sus nuevas canciones, sino que destina toda una primera parte a la mayoría de éxitos de sus populares álbumes Play (1999) y 18 (2002), y, puestas unas tras otras, esas canciones generan un logrado efecto de recordación y certifican la buena estatura pop que se ha labrado.

Y luego, Moby no viene a hacer música con computadoras ni máquinas, sino a plantarse con una "banda de rock" sobre el escenario, incluidos un guitarrista, un bajista, un baterista y una tecladista. Él mismo se muestra enérgico y vivaz, en constante movimiento, y hasta algo de sus inicios punk se podría percibir en su actitud. Pero de nuevo el sonido lleva la contra a la jugada y reduce el espectáculo a la peor categoría de música electrónica: aquella que se vale de los instrumentos como remedo. Si sólo se oye una base programada, si hay una guitarra que se ve pero no suena, podría ser ironía, pero en este caso es falla de audio.

Por sobre eso está el camino que ha hecho la mayoría de esas canciones. "We are made of stars", por ejemplo, es una melodía pop eficaz inventada por Moby, pero escuchar "Why does my heart feel so bad?", "Natural blues" o "Find my baby" es otra cosa. Alguien llamado Boy Blue grabó en algún momento del siglo pasado y en alguna parte de los Estados Unidos profundos ese coro de sentimiento blues que dice "… Oh lordy, trouble so hard / don’t nobody know my troubles but God…". Moby sampleó la frase y la puso en otro contexto en 1999. El mundo aprendió ese viejo estribillo blusero como éxito pop. Y en vivo es la corista afroamericana de Moby la que recrea la misma melodía, que permanece a lo largo de todos esos pasos y sigue funcionando como música popular.

El propio Melville es conocido por haber transformado en jingles publicitarios de masas algunos de sus éxitos. Moby funciona en esta lógica. Pero hay algo que no funciona si el espacio de moda para los conciertos en Santiago de Chile no tiene buena acústica y si lo único realmente eficiente es el aparataje publicitario. Con tres sponsors de los más corporativos del mercado involucrados, nadie parece ocuparse de auspiciar un sistema de sonido decente. A cambio de la entrada, la oferta es pagar por consumir toneladas de imagen corporativa primero, y música mal amplificada después. ¿Cool? Rancio.
EL COMENTARISTA OPINA
¿Cómo puedo ser parte del Comentarista Opina?