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Sexteto de cámara

21 de Noviembre de 2005 | 00:00 |
Íñigo Díaz

En once años desde la fundación informal en un metrotrén rumbo a la localidad de Nos, Akinetón Retard ha tocado en todos lados: en los subterráneos inundados de la Facultad de Artes, en cuchitriles, en puticlubes, en teatros europeos, en clubes brasileños, en fumódromos de Ámsterdam. Akinetón Retard ha tocado en el infierno y también ha tocado en lugares peores. Pero algo ocurrió luego de la histórica gira de cinco meses por Europa. Hoy Akinetón Retard es una banda de otra categoría. Sus conciertos pueden ser filmados y proyectados en teatros underground de Berlín a la hora del almuerzo de un domingo helado, con hipsters fanáticos de la banda chilena y homeless que aprovechan de dormir la siesta en las butacas.

El mismo día a distinta hora, unos Akinetón Retard de traje y corbata suben al escenario del Cine Arte Alameda para cerrar la pequeña temporada de presentaciones de su última obra: Sentido común. Es un tipo de música que ha ubicado al grupo en una posición que hasta ahora no le conocíamos. En efecto, Akinetón Retard sigue poniendo en peligro de ataque de nervios a la audiencia con música de guitarras eléctricas, tambores parlantes y microfila de saxofones vueltos locos. Pero en Sentido común, la banda de rock zappiano garagero se transforma ahora en un ensamble de cámara que —tal vez, por qué no— podría llegar a ser invitado a los festivales de música contemporánea que por esta época dominan las programaciones de música culta. Sobre todo en el encuentro que se organiza en la Universidad de Chile, algo más abierto (con programaciones de improvisación libre y jazz) que su similar de la Universidad Católica (por estos días en desarrollo en el Centro de Extensión UC), que sólo apunta a la música docta.

Sentido común es el resultado de la conexión entre dos mentes que se conocen bien. Al baterista Cristián Bidart se le adjunta el nombre de Bolshek Tradib. Él compuso las grandes ideas y motivos menores de esta obra y además dejó abiertos los segmentos de improvisación (aquellas delicatessen que no pueden faltar en sus conciertos) para que el quinteto trabajara sobre las imágenes sónicas de la fotógrafa Gabriela Lazcano (Elya Lask). Es la primera vez que Akinetón Retard incorpora a una mujer en sus filas y en consecuencia se transforma en un sexteto de cámara para un set de carácter psicodélico y video arte cuyos cuatro movimientos tienen una mirada muy musical, con los engranajes y mecanismos de una vieja Remington siempre a tiempo.

El video también se edita sobre la marcha y alterna los loops pregrabados en vivo, por lo que desde fuera del escenario una sexta figura se suma al conjunto. Puede impactar al la sección rítmica o al eje de vientos y, en el mejor de los casos, obligar a la banda a recuperarse y reincorporarse en otro rumbo de la aventura improvisacional. Akinetón Retard es la misma banda, pero es otra. Su sonido parece más depurado, el vestuario se aprecia a la medida, la ansiedad de sus músicos —todos de buena familia— se supone controlada. Los que conocieron al prototipo de grupo experimental de 1994, cuando se configuraba sólo con Vicente García-Huidobro (guitarra), Leonardo Arias (saxofones) y Pablo Araya (bajo) debieran asistir a los conciertos de cámara de Akinetón Retard y someterse a la experiencia de las dosis indicadas del fármaco de estrella verde.
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