Gilberto Ponce
En medio de la crisis que vive el Teatro Municipal de Santiago —la cual ha traído una reducción de personal en sus cuerpos artísticos, la renuncia del director titular Maximiano Valdés y una readecuación de su programación 2006— se presentó y como muestra de normalidad esta "Tosca", la celebérrima ópera de Giacomo Puccini.
Las funciones, que se pueden catalogar de extensión por lo rebajado de sus precios, pretenden ampliar el rango del público que habitualmente concurre a sus espectáculos.
Dadas estas condiciones, no es admisible compararla con las producciones de la temporada oficial, pues, y por lo visto en esta ocasión, es la oportunidad de foguear a jóvenes artistas, que están dando sus primeros pasos en lo que llamaríamos "ligas mayores".
Un cúmulo de dificultades rodeó la producción. Cambió el director de orquesta, debido a la renuncia de Valdés, lo que interrumpió la lógica de los ensayos. Se incorporó a última hora el tenor argentino Fernando Chalabe, tras desistirse el tenor nacional consultado originalmente. Si a lo anterior se agregan las tensiones propias de los conflictos que vivían muchos de los protagonistas, se junta una serie de factores que en nada ayudaron al trabajo de los debutantes: Rodrigo Claro en la régie y Patricio Pérez en la escenografía e iluminación.
No obstante, es muy rescatable el entusiasmo demostrado por parte del elenco durante la función, reconocido por el público con largas ovaciones cuando el espectáculo concluyó. Lo importante en esto radica en el hecho que muchos espectadores veían por primera vez "Tosca", y se conmovieron con la experiencia.
El objetivo, se había cumplido: mucho público llegó al teatro, y salió contento de la función.
Los intérpretes
Miriam Caparotta fue Floria Tosca. Aunque su voz, para algunos, no es la más apropiada para el rol, perfiló a la caprichosa protagonista con fuerza expresiva, logrando un emocionante "Visi d’arte". Sólo objetaremos el exceso de entusiasmo que la llevó a sobrecantar en ciertos pasajes.
El rol de Mario recayó en Fernando Chalabe, quien posee un buen caudal de voz, aunque en momentos su afinación no es perfecta. En cuanto a actuación, suponemos que no tuvo tiempo de trabajar la régie, pues en primer acto, salió junto a Angelotti, por la capilla, que es donde se esconde el fugitivo. Su aria del tercer acto fue su mejor momento, junto a los dúos con Tosca.
El aplomo de Patricio Méndez dio vida al Barón Scarpia. Si bien en el final de primer acto su voz fue insuficiente, en el segundo entregó todo el perfil malvado, que lleva a la protagonista a quitarle la vida.
El resto del elenco, muy joven, actuó con gran entusiasmo, por lo que deseamos ver pronto en otros roles a estos cantantes. Cristián Reyes, un bajo de hermosa y poderosa voz, actuó en el rol de Angelotti. Sergio Gallardo encarnó con naturalidad y solvencia en lo vocal al Sacristán. Pablo Ortiz, Spoletta, y Ricardo Seguel, Sciarrone, aportaron lo suyo al drama. Catalina Bertucci entregó la inocencia del pastor, con su hermosa voz, y Augusto de la Maza fue un convincente carcelero.
Sabemos que con más ensayos y tranquilidad la orquesta suena mucho mejor. Aquí el sonido no fue el mejor. Algo similar diremos de José Luis Domínguez, que solo logró resultados muy planos, con falta de fuerza y, cosa rara en él, poco musicales.
El Coro (dirigido por Jorge Klastornick) en esta oportunidad tuvo un rendimiento discreto, y con poca fuerza en el trascendental "Te Deum".
La escenografía e iluminación de Patricio Pérez fue de "luces y sombras", un poco a la antigua, aunque funcional. Un acierto encontramos en el comienzo, donde ya se anuncia el final. En iluminación debe trabajar más las acentuaciones de lo "sicológico", pues su intento en esta oportunidad fue elemental. Creemos que sus buenas ideas debe desarrollarlas.
En la régie, Rodrigo Claro demuestra tener conceptos claros sobre lo que quiere, pero aún le falta desarrollar los movimientos de los personajes en el escenario, usando mejor los espacios. No basta con centrarse en lo que hace cada personaje, sino se tiene la visión del todo. Claro está comenzando y experiencias como ésta le serán de gran valor.
Un acierto para esta producción fue el unir los actos dos y tres, pasando ágilmente desde la sala del Palacio Farnace a la explanada del Castel Sant’Angelo.
En resumen, una positiva experiencia que permite foguear a jóvenes e introducir a un nuevo público, dispuesto a gozar con producciones que siempre quiso ver.