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Rumbo al sonido distintivo

19 de Enero de 2007 | 00:00 |
Gilberto Ponce


Una decisión inteligente fue el programa escogido ahora por la Orquesta Filarmónica del Teatro Municipal para su concierto de extensión. Bajo la dirección de José Luis Domínguez, la agrupación se enfrenta a un 2007 abierto puesto que aún no define la planta de músicos con que deberán enfrentar la temporada.

Las obras presentadas pertenecieron al período clásico y fueron interpretadas con sonido transparente, buen balance, contrastes de gran musicalidad y un desempeño de alto nivel en las maderas. Fue la característica de la obertura de la ópera "Cosí fan tutte", de Wolfgang Amadeus Mozart, pieza que abrió la jornada.

Jorge Levín, clarinetista de la orquesta, fue el solista del "Concierto en Si bemol mayor" de Johann Stamitz, una obra representativa del temprano clasicismo y en donde triunfa la melodía con acompañamiento. Este concierto para clarinete y orquesta, junto al de Mozart, son los más importantes para esta combinación. Posee un lenguaje claro, diálogos interesantes con la orquesta, y dificultades que requieren de un solvente solista.

Levín fue un estupendo intérprete. Es dueño de un hermoso y gran sonido, frasea y articula muy bien y además demuestra una sólida musicalidad. En su labor fue muy bien acompañado por Domínguez y la orquesta. El director cuidó del balance y de la coherencia de fraseos junto al solista.

El segundo movimiento de esta obra tuvo gran expresividad, en una atmósfera que recuerda el lenguaje de Gluck. El sentido casi de danza del tercer movimiento mostró tanto a Levín como a la orquesta en momentos de sólida calidad. Tampoco podemos dejar de mencionar las virtuosas "codas", donde Levín volvió a mostrar a cabalidad sus condiciones.

La "Sinfonía Nº 94", llamada "Sorpresa", de Franz Joseph Haydn cerró una muy buena velada ante una sala casi llena de un público que contaba con gran cantidad de turistas, razón que debió obligar al teatro a entregar a los asistentes un programa impreso.

En esta versión destacaremos la finura en los arcos y articulaciones de los violines primeros, y aunque en ciertos momentos su sonido fue un tanto débil, también destacaremos el cuidadoso balance instrumental y los contrastes dinámicos.

En el segundo movimiento de "Sorpresa", que sin duda el más conocido de la sinfonía, se logró el efecto que habría deseado Haydn, sobresaltando a muchos espectadores con el acorde forte luego de los plácidos primeros compases. Independiente de este detalle, director y músicos crearon la atmósfera adecuada a los requerimientos de esta parte, mientras que cada una de las variaciones, permitió el lucimiento de las diferentes familias.

De resultados disparejos, en todo caso, fue el tercer movimiento, al que en general faltó elegancia mientras la sección central se desdibujó. Al revés, el el cuarto movimiento se recuperaron la gracia, la precisión rítmica y los diálogos entre familias, así como la elegancia en los contrastes, consiguiendo siempre un hermoso sonido.
Los largos y entusiastas aplausos de un público que se negaba a abandonar el teatro fueron la retribución justa para el trabajo de José Luis Domínguez y una orquesta que está luchando por recuperar el sonido que la distinguía.
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