Los que repletaron el Estadio Nacional el pasado 1 de diciembre sabían de sobra que aquella noche, la del regreso de Los Prisioneros, estaban protagonizando un capítulo importante dentro de la historia musical de Chile. Uno que quedó registrado para siempre en este disco doble intenso, nostálgico pero sólido, de un sonido sorprendente y un repertorio perfecto.
"Disculpen si me equivoco mucho con el bajo", pide un Jorge González muy metido en su papel de líder. Y aunque después de "Mentalidad televisiva" adelanta que cualquier error será borrado en caso de "grabar esto" en un disco, la voz del cantante suena cruda, con sus imperfecciones de siempre, pero llena de sangre y fuerza.
Tan adictiva como los rasgueos de un Claudio Narea que, en todos estos años de receso, se ha convertido en uno de los más nobles guitarristas del rock criollo. Basta sintonizarlo en "No necesitamos banderas" y "Lo estamos pasando muy bien", por ejemplo, para aplaudir su integral evolución artística.
Más que para identificar timbres y colores que nunca llegaron hasta lo más alto de la galería, "Estadio Nacional" es simplemente un documento necesario.
Pablo Márquez F.