La voz de terciopelo de Annie Lennox se desnuda apenas suena el primer acorde de Peace, el sorpresivo retorno a escena de la dupla inglesa. Estoy a un millón de millas de distancia/ divertido porque parece que fue ayer... Me siento de diecisiete otra vez, susurra en 17 again sobre una fogata imaginaria animada por la guitarra de Dave Stewart.
Es la explicación más sincera - y notable- de la vuelta a casa de una pareja histórica. Una canción nostálgicamente necesaria que, de entrada y con una auto cita a Sweet dreams, cierra la boca ante cualquier pero. Eurythmics vive y, así, se agradece.
Porque, más allá de la moda del renacimiento (que, claro, algo tiene que ver), el submarino reflotó con oxígeno de sobra. Con la misma elegancia de los 80 para la balada pasional (Beutiful child), con la misma simple facilidad para subir los decibeles sin saturar (I want it all ) y con la misma crudeza cuando se trata de dejar en claro que para cantar hay que tener al menos parte del registro de la Lennox (My true love).
Peace es, ante todo, un disco maduro. Un lamento adulto, seguro, certero. Una muestra de debilidades y desamores que - gracias al control total de Stewart como productor, arreglador y compositor- con el correr de los minutos se convierte en una muestra de fuerza. Una fuerza de paz.
Pablo Márquez F.