La asociación de palabras en el nombre "Jorge Campos" puede sonar más común de lo que debiera. Quienes no sepan de quien se trata, de seguro lo han visto tocar más de alguna vez: es el bajista pelilargo de Congreso, además compositor, cantante y uno de los íconos de la fusión musical en Chile desde mediados de los 80.
Su nombre, entonces, llega nuevamente a nuestros oídos. Y no por la noticia de la disolución definitiva del sexteto Fulano –al que pertenecía desde 1984- tras la partida de su teclista Jaime Vivanco, sino por un nuevo nacimiento. Campos inscribe en el catálogo de 2004 este
La ausencia de lo sagrado, su tercer álbum personal en una década de multimilitancia y colaboraciones diversas. Es el rostro oculto de un anhelo experimental que Campos arrastraba desde los tiempos del grupo Argamaza (en 1976), época en la que ya había trabajado con cintas de sonido en los talleres del compositor electroacústico Juan Amenábar. Desde entonces, con 19 años, escuchaba cierta música no convencional en su cabeza. Una música que sólo comenzó a delinearse cuando salió a la luz
Machi (2000), su segunda placa. Ahí, Campos ya mostraba una faceta como experimentador, a través de un trabajo unipersonal abierto donde exprimió hasta el límite las posibilidades técnicas de la post-producción. Trabajado a medias entre Santiago y Toronto, el nuevo
La ausencia de lo sagrado viene a ser una extensión de aquel álbum, sólo que varios metros más adelante en la ruta.
Por eso el término "gran fusión" calza tan bien en el momento artístico de Campos. Según ha declarado, por primera vez trabajó en forma totalmente liberada. Sin limitaciones estilísticas ni de ideas por desarrollar. Compuso al vuelo. Lo que saliera. Y luego de tres años de laboratorio llegó a las 14 piezas que dan sonido a su nuevo álbum. Basta revisar la instrumentación utilizada en las sesiones de grabación para tener una idea de lo que Campos propone. Un colorido paisaje sonoro, donde algunas figuras musicales regresan una y otra vez como un ayudamemoria entre la muy amplia manifestación de formas y fondos musicales: desde el rock más hostil ("Doimo"), hasta la canción fogatera ("Siempre pensé", "Mar"), y desde la improvisación de aires jazzísticos ("La cosa loca", "Triálogo") hasta la utilización de samplers que ponen brevemente a Víctor Jara otra vez en un disco ("Cuando voy al trabajo"). Entre las demarcaciones que establecen estos cuatro vértices, resulta difícil imaginar todo lo audible que hay al interior. Como también es difícil es extrapolar a Jorge Campos en esta nueva etapa de su vida como solista, ya con una trayectoria, sin paréntesis, de tres décadas.
Íñigo Díaz
Jorge Campos, "La ausencia de lo sagrado" (2004, El Templo Rekords)
1. La ausencia de lo sagrado (viaje), 2. Mar, 3. Ansiedad, amnesia, anonimato, 4. La cosa loca, 5. Estación paraíso, 6. Siempre pensé, 7. Doimo, 8. Yo creí, 9. Triálogo, 10. La ausencia de lo sagrado (aire), 11, Mariana, 12. La ausencia de lo sagrado (llamas), 13. La ausencia de lo sagrado (canción), 14. Cuando voy al trabajo.
Personal: Jorge Campos (contrabajo, bajo Machi, bajo fretless, bajo de 4 cuerdas, bajo de 5 cuerdas, bajo de 8 cuerdas, cello, guitarra eléctrica, guitarra de 12 cuerdas, guitarra de 6 cuerdas, piano, sintetizadores, órgano, batería, birimbao, caxixi, cajón, tabla, sitar, secuencias, loops, efectos, y voces)
Músicos invitados: Luisito Obregoso (batería y congas), Juan Carlos Bastidas (fagot y flauta traversa), Doug Richardson (flauta traversa y saxo tenor), Rufino Maceiro (trompeta), Cristián Crisosto (saxo barítono), Jerónimo Acuña (guitarra eléctrica), Tony Springer (guitarra eléctrica), Rodrigo Alvarado (guitarra), Pablo Delgado (violín), Vijai Doon (tabla y dholak), Muhtadi (gong tibetano, caxixi y djembe), Fernán Enríquez (nai), Dino Toledo (udú), Juan Optiz (platillos, timbres, metalófono, sonajas, zurdo, bombo, truenos y relámpagos), Joe Vasconcellos (djembe, platillo, pezuñas, voz), Amanda Irarrázaval (coros), Gina Tantalo (coros).
Producción: Sergio López, Juan Opitz y Jorge Campos. |