Los músicos en torno a los 40 años de edad pueden volver a sus primeras influencias —aquéllas que los impulsaron a formar una banda— de muchas maneras: más o menos pedantes, más o menos lucrativas, más o menos ingeniosas. Por decirlo de modo elegante, el nuevo disco de Café Tacuba toca todas las teclas de nostalgia que no ha tocado ni tocará un grupo como Soda Stereo. El retorno a esas raíces rockeras y de new wave que se habían asomado explícitamente sólo en su primer disco (Café Tacuba, 1992) son, de nuevo —cinco álbumes y millones de fans más tarde—, el sostén de un disco de rock hecho por hombres adultos con ganas de divertirse como antes, pero sabiendo que su técnica no puede ni debe ser la de antaño. Y en esa capacidad de inteligente retrovisión radique, quizás, el quid de la importancia de Café Tacuba para el rock en español, porque el modo en el que una banda elige mirar su historia es parte constitutiva de su ética.
Sino se permite esa retrovisión, sobre todo con mucho entusiasmo. Éste es un disco largo, y cuya energía es la prueba de lo bien que le hizo a los cuatro mexicanos darse un período de pausa y proyectos independientes para reencantarse con su trabajo conjunto. La agitación diversa de ritmos, la alternancia de voces y las muchas ideas sintetizadas en cada canción son las de mentes frescas y con muchas ganas de estar en el estudio. Potenciadas, además, por la pachorra de Gustavo Santaolalla, quien no permite jamás la dispersión y encauza esas ideas en cauces inequívocamente melódicos, incluso si se hacen durar más de siete minutos. De temas radiales, este disco está lleno: "Vámonos", "Quiero ver", "Volver a comenzar", "Tengo todo"; tal como en "Quiero ver" o "Arrullo", el fan más proclive al romanticismo tipo "Eres" o a la dispersión electrónica tendrá, también, su dosis.
Pero era tentador construir un disco solamente amable, ingenioso o ecléctico. Y lo justo y necesario nunca ha sido suficiente para Café Tacuba. El salto de Sino está en sus sorprendentes letras, reflexiones adultas a veces emparentadas con lecciones de desprendimiento budista ("¿cuántas cosas más puedo guardar? (...) / Dulce tentación, de dejarlo todo"), socialistas ("lo mío no es mío si sólo es mío") y hasta latinoamericanistas (con sus saludos a la democracia y el Estado de derecho, "Gracias" es el himno revolucionario que llega tarde). ¿Ingenuos? Qué va. Sino es un disco punkie; y, si no lo creen, vayan y vean a quién les recuerda ese puchero agudo con el que Rubén Albarrán (hoy Xixxi Xoo) termina cada verso del estribillo de "Cierto o falso". Como en la descripción de "El outsider", estos cuatro mexicanos siguen siendo "misfits con causa".
—Cristina Hynde