A los 31 años y con su cuarto disco, Leo Quinteros compone y escribe al lado del camino. Sí, porque Los accidentes del futuro —y Fallando (2002), 1A (2004), Leo Quinteros, ahora! (2006)— es la mirada de alguien que se perdió una fiesta, pero tampoco quiso armarse otra. Y por eso corre solo. Un tipo con madera de songwriter que, sin buscarlo, representa a una generación muy joven para protagonizar el rock chileno noventero, pero vieja, para acomodarse totalmente a la generación MySpace.
Por eso es capaz de abrir el álbum con un glam rock a lo Gary Glitter (“Heart attack”) y cerrarlo encarnándose en el Dylan modelo 1965 (“Créditos”, “Los accidentes del futuro”), armónica incluida. Y entre ambos hay folk arpegiado (“La enredadera”), pianos en primer plano (“Mis propios papeles”) y auténtico sunshine pop (“Pensilvania”). influencias ajenas a cualquier hype y que Quinteros ni se preocupa en disimularlas —excepto Charly García que acá no aparece tanto— porque sabe que también suenan a él mismo.
Y esto lo potencia sobretodo en “Por ahí van”, con un teclado a lo Pet sounds (de los Beach Boys) enmarcando un gran estribillo o “Invisibilidad”, una nueva versión de aquel minihit del videoclip drogo que rotó en Via X hace unos años. Aunque sus letras no están nada mal —compartiendo el universo simbólico con Dylan o García nada puede estar mal— su “hablante lírico” aún no es tan potente como para correr en el mismo carril que su música, que es lo que atrapa primero. Pero podemos seguir confiando en Quinteros. Porque es un hombre ilustrado, admirador a Leonard Cohen, Godard y Valéry, que todos los días intenta construir su torre de la canción y que cree en la urgencia de decir cosas con música. Todo su mundo cabe en este álbum, uno de esos que en lugar de tener MP3 tiene canciones. ¿Se entiende la diferencia?
—JC. Ramírez Figueroa