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Fénix tuvo festival

Aplausos forzados para Starsailor. Gaviotas para Travis y The Killers. En una de las tardes más extensas y calurosas del año, el evento con nombre de productora respondió a su cartel.

05 de Noviembre de 2007 | 17:46 |

El nuevo Saiko baja de un escenario ubicado en las afueras de la Arena Santiago y cerca de 800 personas los aplauden respetuosas. En los alrededores, otros tantos se ocultan del sofocante calor bajo alguna sombra, jugando videos o comprando algún refresco.

Ya han pasado más de tres horas, han actuado además Raudales, Primavera de Praga, Gonzalo Yáñez, Sónica y Sergio Lagos, y no parece haber gran entuasiasmo en el recinto de Parque O'Higgins, en la medianía del Festival Fénix. Sin embargo, basta que se abran las puertas del coliseo, cerca de las 17:30 horas, para que lo engañoso de esa impresión quede en evidencia: en sólo unos minutos el lugar está prácticamente lleno, y ya se huele el ambiente de un verdadero festival.

Una condición que se hizo patente de distintas maneras, como en la distante recepción al número de entrada, a cargo de los británicos Starsailor. El cuarteto salió a escena cerca de las 18 horas, para mostrar un repertorio de melodías no aptas para grandes públicos: cadenciosas, noventeras, apelando a estados de ánimo más bien bajos y, lo más importante, extremadamente reiterativas y nada de populares.

Una propuesta definitivamente limitada, estructurada en un trío de bajo, batería y teclado —la guitarra del vocalista James Walsh con suerte se escuchó—, que dejó al público siempre a raya, bajo un límite de entusiasmo que sólo se vino a alcanzar, y en forma muy relativa, al final, con su principal éxito "Four to the floor". Una canción en los mismos códigos del resto de su repertorio, que cerraron aludiendo a la mucho más lograda versión electrónica que hiciera el reconocido productor Stuart David Price (Thin White Duke).

Inmerecido rol secundario

El primer estallido vendría luego, con los escoceses Travis (cerca de las 19:30 horas). El cuarteto mostró el afiatamiento y la complicidad que entregan más de 15 años de trayectoria, además del oficio necesario para ser absolutos maestros de ceremonia, sin ningún tipo de sobresalto.

Prácticamente todas sus canciones fueron ampliamente coreadas, sobre todo sus éxitos "Sing", "Why does it always rain on me?", "Love will come through", "Side" y "Beautiful occupation".

Todas canciones ubicadas en una línea mucho más melancólica que festiva, y que terminaron por ubicar al cuarteto como la bisagra entre el britpop y la dinastía de los Coldplay y los Keane, bandas en cuya información genética Travis está innegablemente instalado.

Un sello sonoro que en ocasiones puede volverse algo plano, y que no fue impedimento para que los músicos mantuvieran la sonrisa en sus caras y hasta se permitieran escenas de un aspiracional tinte rockero: La salida a escena con batas de boxeador y el tema central de "Rocky" de fondo; el vocalista Fran Healy dando un gran salto desde el bombo de la batería; el guitarrista Andrew Dunlop arrojándose al público para ejecutar un solo; y el mismo Dunlop marcando los acordes en la guitarra de Healy, rasgueada a su vez por el bajista Douglas Payne, mientras todos interpretan abrazados "Flowers in the window".

¿Muy barato? Tal vez, pero vaya que funciona, al menos para algarabía de un público que siempre los celebró, dejando en claro que la ubicación del nombre de Travis en el cartel de promoción —por debajo del de The Killers, junto al de Starsailor y en letras más pequeñas— era decididamente injusta.

Noche de divos

Una algarabía que, en todo caso, no llegó a configurarse como desborde, al que sí se acercaron en mayor medida los estadounidenses The Killers, gracias a canciones con una carga energética evidente mayor a la de sus predecesores.

Un pop vintage que electrifica los sonidos sintetizados de los '80 con calculada suciedad. Una propuesta basada en unos cuantos códigos reconocibles y definibles, pero en los cuales la banda ha sabido explorar y combinar. Y eso, sumado a aspectos como el alcance generacional, fue suficiente para que los oriundos de Las Vegas hicieran saltar al público que los vio salir a escena poco antes de las 22 horas.

Algo en lo que también influyó una estética que no dejó detalle al azar: Cuidados vestuarios para el bajista y el guitarrista, un ventilador para que mantenga al viento los cabellos del baterista, y un Brandon Flowers vestido cual si fuera a casarse, jugando con la imagen del dandy y contorneándose para los chillidos de ellas. Todo en medio de la única escenografía exclusiva de la jornada, una de tintes navideños, con flores frescas arrojadas por algunos rincones, y el nombre del segundo disco, Sam's Town, atravesando luminoso el fondo del escenario —de hecho, en una clara expresión de las jerarquizaciones hechas por la organización, el logo comenzó a subir antes del fin de la presentación de Travis—.

De ese disco salieron temas tan coreados y saltados como "When you were young" o "Read my mind", mismo efecto que produjeron "Mr. Brightside" o "Somebody told me", del anterior Hot Fuss. Dicho esto, seguir individualizando es prácticamente inútil, ya que que con sólo dos discos publicados, la banda no tuvo más que dejar fuera un reducido puñado de canciones.

Una limitación que obligó al último bis con "Exitlude" (un recosido de "Enterlude") y un nuevo fragmento de "When you were young" para los créditos finales, con una simple, distante y algo divesca salida de escena, acorde con la actitud grandilocuente mostrada en sus 80 minutos de espectáculo.

Pero para el público la curva festiva también había alcanzado su punto. Tras casi diez horas, ya se había bostezado, cantado y saltado lo suficiente. Estaban todos satisfechos.

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