CIUDAD DE MÉXICO.- Diego Rivera fue un gigante de la pintura mexicana. Gigante no sólo por su tamaño corporal, sino porque revolucionó los muros con su pintura cargada de ideología y de colores, de indios, obreros, tiranos y máquinas industriales.
Hoy se conmemora medio siglo de la muerte de este pintor, fallecido a los 70 años (1886-1957), que fue también militante comunista, mujeriego pertinaz y esposo de Frida Kahlo. Con ella formó una de las parejas de pintores que más fascinación genera todavía entre historiadores y novelistas del arte.
Rivera supo construir a su alrededor una historia de mitos. Le decían "El Sapo" por sus ojos saltones, y "Chile Bola", por lo gordo y picante. Tenía una personalidad arrolladora, que escandalizaba a los sectores más conservadores y deleitaba a los revolucionarios.
"Lo recuerdo llegar lleno de ruidos a sus conferencias en el Colegio Nacional. Venía con su gesto de hortelano, con un casco de minero y el andar torpe de un marinero en tierra; venía a prodigar sustos y temores, aplausos y risas para sus oyentes nacionales y extranjeros", evocó el poeta y escritor Horacio Espinosa Altamirano, en un texto incluido en una "Antología Tributaria" en 1986.
Rivera, un gran conocedor de la técnica pictórica, estudió arte en Europa, tuvo una etapa cubista y al volver a su tierra se convirtió en figura clave de un movimiento artístico surgido bajo los ecos de la Revolución Mexicana (1910-1917) y con fuerte contenido nacionalista y popular.
Cuando regresó de Europa, "él se deslumbró con México. Entonces decidió que tendría que pintar la epopeya de México, lo que era su país, y se dedicó a pintar, hasta el día en que murió, la visión que él tenía de México", dijo a DPA la única hija con vida del muralista, Guadalupe Rivera Marín, de 83 años, en su departamento de la capital mexicana.
Pintar sobre grandes superficies era perfecto para su concepción de un arte popular, provocativo e interpelador, que dejó su impronta en las paredes de edificios públicos y privados de México y Estados Unidos.
"Él no se preparó para ser muralista, él se preparó para ser un pintor y con el tiempo, cuando regresó a México, todo lo que él conocía del manejo de la técnica pictórica lo pudo aplicar para ser un gran muralista", dijo la hija de Rivera.
"Para él es un reto, como para todos los muralistas que participaron en esa época. Fue por primera vez (que se pintó este tipo de pintura) después de siglos que en México no se pintaba mural, y sobre todo al fresco, como ellos hicieron", afirmó.
Artista y mito
Diego Rivera, que conoció en Europa a Lenin y acogió en su casa a Leon Trotski como exiliado, aunque romperían meses después, forma, con José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, la trilogía de los grandes muralistas revolucionarios de México.
Entre sus obras más famosas están "La Creación" (su primer mural), "Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central", los murales de la Secretaría de Educación Pública en Ciudad de México y las pinturas de la escalera del Palacio Nacional.
Dejó unas 10.000 obras, entre murales y pinturas de caballete. Tuvo cuatro esposas y unas 50 amantes, según el recuento de su nieto, el estudioso del arte Juan Coronel Rivera, hijo de la fallecida Ruth Rivera Marín, que, al igual que Guadalupe, es fruto del segundo matrimonio del pintor.
Algunos capítulos de su vida están todavía abiertos. Según la crítica de arte Raquel Tibol, aun no se sabe, por ejemplo, cuál fue el papel de Rivera en el asesinato de Trotski, ocurrido en México en 1940. Su hija lo niega: "Mi papá no tuvo nada que ver con eso. Pero lo han inventado y no sé por qué lo inventaron. Siqueiros fue el que inventó todo para perjudicar a mi papá porque había un pleito muy grande entre ellos dos".
El nombre del pintor suscita todavía enfrentamientos y polémica entre quienes resguardan su legado. "Cada quien ha manipulado lo que ha querido, según sus propios intereses", dice su hija.